*LORD AUREN*
Sentado en lo más alto de la mansión, mis ojos permanecían cerrados, sumidos en la quietud de la meditación. Mi respiración era lenta, profunda, como una marea que sube y baja, y mi mente se extendía, traspasando los límites de esta edificación, alcanzando más allá, hacia el vasto continente.
Buscaba, una vez más, la chispa de vida que sabía que seguía latiendo en algún rincón lejano, aunque cada intento era como un eco perdido en el vacío.
Mis dedos descansaban sobre las antiguas runas incrustadas en la mesa de piedra frente a mí. A lo lejos, las torres de mi hogar parecían tocar las nubes, pero mi mente viajaba mucho más allá, desplazándose a través del tejido mismo de la tierra, la gente, el aire. Cada fibra de mi ser se desplegaba como una red, capturando las pequeñas señales que pudieran confirmarme que ella seguía viva. La conexión de Auren, esa chispa que ha seguido nuestra familia, esa fuerza de vida indomable que sentí hace dos meses… no había desaparecido. No podía haber desaparecido.
Pero la respuesta nunca llegaba.
Los días pasaban, y aún no encontraba la señal que mi alma esperaba. La conexión que había sentido, esa certeza abrumadora de que mi hija seguía respirando, ahora parecía una sombra fugaz. Me aferraba a la esperanza, pero cada vez más me costaba mantener el control sobre la ansiedad que me carcomía. El frío de la mansión, el peso del silencio, me rodeaban mientras mi aura se expandía y se contraía en busca de algo, cualquier cosa que me confirmara lo que mi corazón se negaba a aceptar.
El tiempo no se detenía. Horas. Días. Continuaba sentado en ese mismo lugar, la mente extendida más allá de las montañas, cruzando océanos y desiertos, atravesando pueblos y ciudades, buscando en cada rincón de este continente el rastro de mi hija. En mi cabeza, las voces de los ancestros, las viejas leyendas de la familia Auren, resonaban, recordándome que este tipo de búsqueda no era algo que pudiera forzar. La voluntad de Auren es inmensa, pero también es caprichosa, y me enseñaron que el destino no se deja doblegar fácilmente.
A veces, pensaba en lo que había prometido. Había jurado que la traería de vuelta. No importa cuánto tiempo tomara, ni cuántos sacrificios tuviera que hacer. ¿Pero qué pasa cuando el destino se esconde de ti, cuando no puedes siquiera encontrar la señal que te conecta con la persona que amas más que a nada?
Mis ojos permanecían cerrados, pero en mi mente, veía cada rincón de la tierra. Cada rincón de su alma. Sin embargo, no encontraba nada. Ningún vestigio de su presencia. No podía oír su lucha, ni percibir su energía desbordante. La sensación de perderme en la oscuridad comenzaba a apoderarse de mí, pero resistía. Resistía como solo un Auren puede.
"Thyra…" susurré, una vez más, sin saber si el viento, las piedras o los cielos me responderían. "Te lo prometo, hija mía, te traeré de vuelta."
La mansión estaba inmóvil a mi alrededor, sus muros cargados de historia y poder, pero a medida que la tarde se desvanecía en la noche, algo dentro de mí comenzaba a titubear. Sabía que mi voluntad era fuerte, pero también comprendía la crueldad del tiempo. La desesperación comenzaba a golpear los bordes de mi conciencia. ¿Cómo podía haber estado tan seguro antes, cuando ahora todo parecía esfumarse ante mis ojos?
No importaba cuántas veces lo repitiera, la realidad no cambiaba. La conexión que había sentido no estaba ahí, y a pesar de todos mis esfuerzos, no lograba encontrarla de nuevo.
"La paciencia es la clave", murmuré a mí mismo, recordando las enseñanzas de mis ancestros. "Auren no se revela por simple deseo, sino por la fuerza de voluntad que guía el destino."
Pero la duda se instaló en lo más profundo de mi pecho, y por un momento, me permití sentir el peso de la incertidumbre. Si la conexión se había roto, si ella ya no luchaba, ¿qué quedaba de mi promesa? ¿Qué quedaba de la voluntad inquebrantable de Auren?
Una ola de tristeza me atravesó, pero la disipé con la misma rapidez. No podía permitirme ceder. No mientras respirara, no mientras quedara aliento en mis pulmones. El sacrificio era el camino del poder, y si quería que mi hija regresara, debía seguir adelante, sin rendirme.
Con un suspiro profundo, dejé que mi presencia se expandiera una vez más, tan lejos como pudiera llegar, tan incansablemente como el viento. Y al final, mientras la oscuridad de la noche abrazaba la mansión, el eco de la búsqueda continuaba, latente, constante, más allá de los confines de la realidad.
"No me rendiré."
Sabía que, algún día, encontraría lo que tanto buscaba.
Después de otro día largo, estuve de pie en la cima de la mansión, el viento golpeando mi rostro mientras contemplaba el horizonte que se extendía sin fin. Durante horas, mi presencia había buscado la conexión, sin éxito. Pero ahora, la fatiga comenzaba a pesar sobre mí. Había extendido todo lo que podía, y al final, me di cuenta de que, aunque mi voluntad seguía fuerte, mi cuerpo necesitaba descanso. No iba a rendirme, pero un instante de pausa no haría daño.
Dando un simple salto desde lo más alto de la mansión, sentí el aire a mi alrededor volverse denso antes de tocar el suelo con suavidad, el impacto casi imperceptible para un Auren. Mis hijos, Askel y Eryk, estaban allí, esperándome, como lo hacían cada noche, con esa mezcla de esperanza y anticipación que siempre mostraban cuando regresaba. Aunque no necesitaba ver sus rostros para saberlo, su mirada era clara. Esperaban respuestas, pero la respuesta era la misma de siempre: nada.
"Padre..." Askel empezó, sus ojos firmes pero cargados con una ligera duda. "¿Algún progreso hoy?"
Lo sabía. Lo había sentido en su mirada cuando me acercaba. El tiempo había comenzado a erosionar la certeza que había traído esa primera revelación de su voluntad. Mis hijos, al igual que mi esposa, comenzaron a dudar, y no los culpaba. Habían pasado casi siete meses desde que Thyra desapareció, y aunque lo que sentí ese día me había dado un atisbo de esperanza, cada día que pasaba sin encontrarla desdibujaba esa fe.
"Lo siento, hijo", respondí, mi voz grave y cansada, pero firme. "Nada. Todavía no la encuentro."
Eryk, el más joven, no dijo nada al principio, pero su rostro reflejaba una mezcla de dolor y frustración. Después de todo este tiempo, después de casi medio año de buscar sin descanso, incluso él empezaba a preguntarse si alguna vez tendría éxito. Su voz, aunque apagada, cargaba con la misma ansiedad que sentía por dentro.
"¿Por qué no podemos… simplemente… hacer más?", preguntó, su tono tembloroso. "¿Por qué está siendo tan difícil? Tú… tú la sentiste, ¿verdad? ¿Por qué no puedes encontrarla ahora?"
Las palabras de Eryk calaron hondo. Sabía lo que estaba pensando, lo que los dos hermanos sentían. El dolor de la pérdida, la lucha por creer en algo tan intangible. Pero lo que más les preocupaba, lo que más me preocupaba a mí, era la distancia entre lo que habíamos conocido como una verdad, un hecho seguro, y la realidad que ahora enfrentábamos.
Suspiré, y al mirarlos, vi la esperanza, la misma esperanza que había prendido en ellos hace unos meses, cuando les había hablado por primera vez de la conexión. Vi cómo sus rostros se iluminaban con el pensamiento de que, quizás, su hermana, su hermana que había desaparecido de la faz de la tierra, no estaba realmente perdida. Pero incluso esa esperanza estaba comenzando a desvanecerse.
"Les prometí que la encontraría", dije con firmeza, aunque mis palabras también sonaron más vacías de lo que esperaba. "No puedo abandonarla. Lo que sentí, esa voluntad... está allí, está viva. Pero aún no puedo alcanzarla. No voy a rendirme. No voy a permitir que esto se termine así."
Askel asintió, pero su rostro era un reflejo de la incertidumbre que los embargaba a todos. A lo largo de estos meses, nuestra familia había vivido con la incertidumbre de no saber si Thyra seguiría luchando en algún lugar o si la oscuridad la había reclamado por completo. Había momentos en los que me preguntaba si la carga de esperanza sería más cruel que la de la desesperación. Pero aún así, no podía rendirme. No podía.
"La promesa es la promesa", susurró Eryk, como si tratara de convencerse a sí mismo. "Lo que sentiste... lo que supiste... no puede ser en vano."
"Así es", respondí, con un leve asentimiento. "Nada será en vano."
A pesar del agotamiento que me pesaba en cada paso, a pesar de la creciente desesperación, el fuego seguía ardiendo en mi interior. Tenía que continuar, por ella. Por Thyra.
Miré a mis hijos, viéndolos esforzarse por mantener la esperanza viva. Ellos también lo sentían. La conexión aún era real. Sabía que, si seguía buscando, eventualmente encontraría la manera de volver a sentirla, aunque el tiempo pasara y las sombras intentaran apoderarse de la verdad.
"Lo traeré de vuelta, hijos míos. Te lo prometo."
Justo cuando me disponía a entrar en la mansión, un soldado se acercó apresuradamente, con pasos firmes y decididos. Su rostro reflejaba una mezcla de respeto y urgencia, una señal de que algo importante había sucedido.
"Lord Auren," dijo, inclinándose ligeramente. "Lord Varenn acaba de llegar. Ha viajado personalmente para hablar con usted. Parece que hay algo de suma importancia que debe discutir."
Una sensación de intriga recorrió mi cuerpo. Varenn, mi amigo y aliado cercano, rara vez venía por asuntos que no pudieran resolverse con una carta o un mensaje, especialmente cuando el viaje implicaba recorrer grandes distancias. Si había decidido venir personalmente, era claro que se trataba de algo que no podía esperar.
"Guíame hacia él", respondí rápidamente, mi mente ya formulando posibles escenarios de lo que pudiera haber ocurrido.
El soldado me condujo rápidamente a la sala de reuniones, donde Varenn esperaba. El hombre que tenía frente a mí era alguien en quien confiaba profundamente, pero su expresión hoy estaba más seria de lo habitual. Los detalles de la visita no tardaron en volverse claros, y un pesimismo sutil se filtró en mis pensamientos.
"Lord Auren, un placer verte, aunque me temo que el motivo de mi visita no es de celebración", dijo Varenn, con una sonrisa algo forzada mientras se levantaba de su asiento. Lo conocía bien, sabía que detrás de esa fachada tranquila había algo importante. "Permíteme explicarte."
Tomó asiento nuevamente, y aunque su tono era cordial, había una urgencia en sus palabras.
"Como sabrás, el Consejo Real ha estado realizando esfuerzos para establecer conexiones más estrechas con el continente vecino. No es un secreto, de hecho, hemos estado trabajando en este proyecto durante varios meses. Las relaciones comerciales se han ampliado, como todos sabemos, pero ahora buscan profundizar en aspectos aún más sensibles: intercambios militares, políticos y económicos. La idea es solidificar las relaciones de manera que sea beneficioso para ambos continentes."
Mi mente empezó a procesar rápidamente la información. Las conexiones comerciales ya eran fuertes, pero lo que Varenn mencionaba parecía un paso mucho más grande, mucho más arriesgado.
"Eso no es todo", continuó Varenn. "El Consejo Real está planeando enviar representantes hacia el continente vecino y, a su vez, quieren que reciban a delegados de allá. Este tipo de acuerdos no se hacen de la noche a la mañana. Lleva tiempo, negociaciones complicadas, pero la posibilidad de que las relaciones entre los continentes se fortalezcan más que nunca está sobre la mesa."
Mi mente giraba al ritmo de las palabras de Varenn. Este tipo de tratados requeriría una diplomacia cuidadosa, algo en lo que el Consejo Real tenía experiencia, pero que aún así representaba un riesgo. La idea de hacer intercambios militares y políticos entre los dos continentes, además de los comerciales, sin duda llevaría a una serie de consecuencias impredecibles.
"Entiendo", respondí, manteniendo la calma. "¿Pero por qué ahora? ¿Qué ha cambiado para que el Consejo se decida a dar este paso?"
Varenn parecía haber anticipado la pregunta, y asintió con una leve sonrisa.
"Es una cuestión de oportunidad. Los vínculos entre nuestros continentes nunca han sido tan sólidos como lo son ahora. Los cambios políticos recientes, las nuevas necesidades económicas, y la creciente incertidumbre sobre las alianzas más allá de nuestras fronteras, han hecho que este momento sea crucial. Si dejamos pasar esta oportunidad, podría ser demasiado tarde."
Guardé silencio por un momento, sopesando las implicaciones. Este tipo de acuerdos podrían alterar todo el equilibrio, tanto para nosotros como para ellos. La idea de enviar y recibir representantes era un paso hacia una integración mucho más profunda, pero también significaba aceptar compromisos que tal vez no estuviéramos listos para tomar.
"¿Y qué se espera de mí en todo esto?", pregunté, mis ojos fijos en los de Varenn.
Varenn se inclinó un poco hacia adelante, como si estuviera a punto de compartir algo aún más serio.
"Se espera que, como uno de los líderes más respetados en el continente, apoyes la iniciativa. Sabemos que las relaciones con el continente vecino siempre han sido delicadas. Tu apoyo podría ayudar a asegurar que la relación sea equilibrada, y que el Consejo obtenga la confianza necesaria para hacer estos acuerdos sin caer en riesgos innecesarios. Tu voz es fundamental en este proceso."
Asentí lentamente, dándole vueltas a la solicitud. Lo que Varenn planteaba era importante, pero también me preocupaba. La diplomacia nunca era sencilla, y las consecuencias de un paso en falso podían ser devastadoras. Sin embargo, no podía ignorar la realidad de que la estabilidad de los continentes podría depender de decisiones como esta.
"Lo consideraré", respondí finalmente, sabiendo que no podía tomar una decisión apresurada. "Pero también debo ser honesto contigo, Varenn. En este momento, hay algo más que ocupa mi mente."
Varenn me miró con una mezcla de comprensión y curiosidad. Sabía lo que quería decir, pero no presionó para obtener más detalles. Los lazos entre nuestros continentes podían esperar, pero encontrar a mi hija, Thyra, no lo haría.
"Entiendo, Auren", dijo con una ligera inclinación de cabeza. "Este asunto puede esperar, aunque te sugiero que lo consideres seriamente. El tiempo para actuar no es infinito."
"Lo sé", respondí, mi voz más grave que antes. "Pero por ahora, tengo otras prioridades. Gracias por informarme. Habrá tiempo para hablar de esto más tarde."
Varenn se levantó y me dio una breve reverencia. "Como desees. Estoy a tu disposición cuando quieras continuar con esta conversación."
Lo vi salir de la sala, y me quedé un momento pensativo, mirando al vacío. Mí mente seguía volviendo a la misma pregunta: ¿dónde estaba mi hija? ¿Dónde estaba Thyra?