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Chapter 12 - Episodio 2: ‘Amigo’ Parte 5

Cuando el sol estaba por ocultarse en el horizonte, Midas y Briar se encontraron con un riachuelo. El lugar era bonito a la vista, pues el agua es cristalina y refleja el cielo azul. La tierra se veía fértil y los árboles alrededor eran como muros que protegían la zona. Cerca de allí había un lugar abierto. El lugar parecía estar preparado para acampar, pues tenía el espacio suficiente para una fogata y una tienda de acampada.

—Agua, luz y un lugar sin piedras ni árboles. ¿Qué más podríamos pedir?—susurró Midas.

Él nunca había salido a la naturaleza y, en diez años, era la primera vez que viajaba por un bosque lleno de vida. De niño Midas solía desear visitar los otros imperios para conocer el mundo. En los libros que su hermana solía traerle, él leía fantásticas historias de muchos lugares emblemáticos de Runaterra.

Midas de pronto escuchó el chapoteo en el agua y una risa conocida. Su expresión se tornó un poco aburrida al ver a Briar metiendo la cabeza en el agua.

—Briar, ¿puedo saber que estás haciendo?

Briar sacó la cabeza del agua y miró a Midas. Ella tenía un pez en la boca que aún se retorcía agonizante, con sangre que chorreaba por los labios de Briar. Con un movimiento extraño de cabeza, Briar lanzó al pez contra la tierra para que no regresará al agua.

—Tengo hambre así que estoy cazando la cena. El pescado crudo es bueno de vez en cuando. Solía comer mucho de esto cuando me iba lejos de los campos de batalla. Creo que te conté la historia de cuando me rompí la cara cuando caí por un barranco.

—Esa historia la he oído como dos mil veces. Me la sé de memoria…—dijo Midas, un poco decepcionado de sí mismo por memorizar algo tan raro. 

Cuando escuchas una historia tantas veces, es normal que se te quede pegada en la memoria.

—Eso es muy lindo. Me gusta que te guste mi historia.

—Nunca dije que me gustara esa historia. En especial la parte en la que describes gráficamente como te rompiste la cara. Tuve pesadillas con eso la primera vez que te escuché.

—Tiene sentido. Creo que eras como un niño en ese tiempo, ¿no?

—Ya no era un niño. Yo ya tenía 17 años—respondió Midas, frunciendo el ceño y con un leve movimiento de hombros.

Briar se sorprendió luego de escuchar eso. 

—Entonces tu eres como, ¿más viejo que yo? Déjame hacer algo—al decir eso, Briar salió del agua y, con el pulgar del pie derecho, ella comenzó a dibujar cerca de once líneas rectas. —Son dos… y luego cuatro… pero en ese momento no era así…—murmuró ella mientras dibujaba.

Midas la miró con curiosidad sin saber qué es lo que esta chica quería lograr. Ella solo seguía dibujando en la tierra. La mirada en el rostro de Briar demostraba que ella estaba muy concentrada en eso.

Luego de unos segundos, Briar miró a Midas y le preguntó: "¿Cuánto son siete más cuatro?"

—Once…

Midas no entendía nada, pero Briar asintió y sonrió luego de escuchar la respuesta.

—Entonces, no lo olvide. Lo hice bien. Yo tenía 11 años cuando Midas tenía 17. Increíble, ¿no?

—Eso fue hace diez años. Tienes 21 años, ¿no?

—Si… Eso creo. Y si fue hace diez años, entonces tu…—Briar intentó procesar los números en su mente, pero no le funcionó. —Dame un segundo—como hace un minuto, ella se puso a dibujar líneas rectas, contando cada línea una por una. Al finalizar, Briar miró a Midas con un aire de autosuficiencia. —Tu tienes 27 años. Eres un viejo.

La palabra "viejo" encendió una llama en la mente de Midas. Como si las venas de su frente se hubieran hinchado para explotar, Midas levantó la voz. Sus ojos mostraban lo indignado que estaba con tan solo escuchar esa palabra.

—¡No soy un viejo! ¡Solo soy mayor que tú por 6 años! ¡Tengo 27! ¡Aún soy un muchacho!

Y aunque Midas no estaba equivocado, Briar no se veía muy convencida por ese argumento. Ella inclinó la cabeza como si tratara de entender.

—En fin—dijo Midas, cambiando el tema y dándole la espalda a Briar. —Lo que realmente me sorprende es que sepas contar.

—¿Y eso por qué?

Midas miró a Briar de pies a cabeza, juzgando a la chica en silencio. Primero pensó en como esta chica debió haber crecido, pues él entendía que ella solo es una cabeza hueca con una sed de sangre insaciable. Ya de por sí era sorprendente que ella pudiera articular palabras.

—Por nada. Olvídalo. —Midas miró el cielo y observó los alrededores. —El cielo se está oscureciendo, debemos encender una fogata si no queremos morirnos de frío. En el Bastión había antorchas que emitían una leve sensación de calor, pero aquí afuera, en la naturaleza, eso es diferente. Aunque… me pregunto cómo vamos a encender una fogata…

Si ambos dejaban el tema anterior de lado y se miraban las manos, tanto Briar como Midas estaban aprisionados con su propia picota. En este mismo momento ninguno de los dos tenía la habilidad manual para encender una fogata.

Briar se dio cuenta de esto y de inmediato pensó en algo. —¿Y si te quito esa cosa que tienes en tus manos? Si tienes tus manos libres, podríamos hacer las cosas más fáciles.

Midas se quedó callado cuando Briar hizo su pregunta. Luego de una breve pausa, comenzó a reírse. —Jajajaja. Eso es una muy mala idea. Morir de frío sería mucho mejor que liberar mis manos.

Claro, muchas cosas tienen un motivo de ser. Briar miró sobre sus propios hombros mientras Midas se reía. Entendió que, al igual que si misma con la picota, lo que aprisiona las manos de Midas también es una especie de picota que inhibe el poder, pero, ¿qué clase de poder puede estar ocultando Midas y por qué se ríe de eso como si fuera algo ridículo? Ahora había muchas cosas que Briar quiere saber.

—¿Por qué morir sería mejor que tener tus manos libres?—Briar no se iba a quedar con la duda. —¿Acaso también te pones muy loco cuando liberas tu picota? Si es eso así, sería algo que definitivamente quiero ver.

Midas agachó la mirada mientras se sentaba en la orilla del río. —Sería más fácil si ese fuera el caso, pero no. No es de esa forma…—miró el agua pasar; observo el brillo carmesí del cielo reflejado en la transparencia del agua y suspiró. —Ojalá fuera de esa forma.

Estando de pie al lado de Midas, Briar sintió la misma aura deprimente que Midas solía tener hace unos días.

—¿Cuál es el poder que ocultas, Midas?

—... Más que un poder o un don, es una horrorosa maldición—Levantó ambas manos para ver el inhibidor. Dentro del inhibidor hay una piedra que está entre sus manos. Esa piedra, al igual que el hemolito de Briar, se encarga de suprimir la magia de Midas. —Todo lo que estas manos tocan muere… Y es solo muerte sin sentido, ni siquiera es algo parecido a lo tuyo. No hay un propósito detrás de este poder más que el de matar y ya…

—¿Y cómo es esa muerte de la que hablas?

Midas no tenía idea de que cara está poniendo Briar, pues sigue mirando al río, pero había algo en la voz de esa chica diferente a lo habitual. Gracias a la suave y extraña voz de Briar, Midas tuvo la confianza para responder. —Todo lo que toco se convierte en oro. Todo lo que mis manos tocan se convierte en una estúpida piedra dorada.

Cuando Midas era un niño, él solía pensar que el oro era lo más valioso que existía, y que debía conseguir tantas monedas de ese material como sea posible. Ahora Midas solo podía ver el oro con asco y miedo.

Sentándose al lado de Midas, Briar sumergió los pies en el agua. Ella intentó acariciar a los peces con la punta de los dedos, pero al no poder alcanzarlos, respondió a lo que Midas dijo antes con un: "Hmm… No sé qué decir"

—No hace falta que digas algo. No quiero escucharlo…

—Bueno… Es que yo no entiendo esas cosas sentimentales de los humanos. Intento entenderlos, pero es difícil, aunque también muy divertido—dijo ella, con esa misma sonrisa de siempre. —¿Sabes? Me dijeron que, antes de nacer, yo tan solo era un charco de sangre, hierbas extrañas y montones de huesos y carne despedazados. La hemomancia unió cada parte de mi cuerpo y así nací yo, de la sangre de Vlad. Al principio todo estaba nublado, manchado de color rojo. Sentía mucha hambre, ira y ganas de destrozar todo lo que se me ponga enfrente. No importaba que tanta sangre yo comiera, el hambre no se detenía, y eso era algo que dolía demasiado. No recuerdo mucho de esa época más que eso. Todo era tan… aburrido. Luego crearon mi picota y pude calmarme un poco. Aunque… Jejeje. Hice muchas cosas locas y me encerraron. Pasaron algunos años hasta que apareciste.

—¿Y para qué me cuentas eso?—siendo escéptico ante la historia de Briar, Midas la miró, pero levantó las cejas al ver a la chica sonriendo con mucha confianza.

—Porque pensé que había algo en lo que ambos nos parecemos.

Midas regresó la mirada al río. Notó que la oscuridad de la noche manchaba el agua del río y que el frío nocturno se acercaba. Así recordó la noche en la que se fue de Zaun y dejó todo atrás para sufrir el resto de su vida. —Huh… Entonces, ambos somos un desastre.

—¿Y eso es algo malo?—Midas creía que sí, pero Briar, al no entender a los humanos en su totalidad, pensó que ser un desastre podría ser algo bueno también. Así que… —Porque creo que eso es lo que nos hace amigos.

La vida era sencilla para Briar, es por eso que ella podía decir eso con tanta naturalidad. Se puede decir que los ignorantes son los que más felices son a diferencia de los demás.

—Amigos…—Midas tuvo que pensar otra vez en lo mismo. ¿Qué es un amigo? Él jamás tuvo amigos, pues en Zaun muchos esperan apuñalarte por la espalda. La vida y el tiempo cambia a las personas, y eso, lastimosamente, le pasa a muchas personas de Zaun, lo que hace casi imposible hacer amigos o mantener amistades.

—Midas, mi amigo, hay muchas cosas en las que vas a pensar, y eso es extremadamente aburrido, así que calla tu mente y sumérgete—cuando Briar decía eso, lo decía literalmente.

Ella se lanzó al agua, que solo tenía como un metro de profundidad, y luego flotó mirando al cielo. Midas se le quedó mirando sin entender, pero Briar se arrodilló dentro del río e hizo un gesto con la mirada para que Midas también entrase al agua.

Siguiendo a la chica, Midas hundió las piernas en el agua y sintió el frío del agua. Miró los peces que huyeron de su presencia y de alguna forma se sintió más deprimido.

—Bueno… me hacía falta tomar un baño, así que…—se dejó caer de espaldas y se hundió en el agua.

Desde el fondo del río todo se veía distorsionado. La luz de la luna que de repente se abrió paso entre las nubes y las hojas de los árboles iluminaron el riachuelo, dándole un poco de luz a estos dos raritos.

Se siente bien… La fría agua está tocando su piel. Era diferente a la lluvia que los golpeó la noche anterior. Esta vez Midas podía sentir que podría quedarse dormido en el agua y jamás despertar.

Es una lástima que, como un ser vivo, Midas necesita respirar. La falta de oxígeno lo hizo salir del agua después de un rato. Una fuerte brisa lo tocó al salir, y el agua se escurrió por su cabello largo, recorriendo su maltratada piel hasta regresar a la corriente del río.

—¿Te sientes mejor?—preguntó Briar. El agua se escurría por su cabello blanco y su piel gris.

Al verla así, Midas se sintió como un idiota por alguna razón. Se quedó congelado viéndola, pero entonces sonrió dándose cuenta de que se estaba deprimiendo otra vez, y que ahora solo estaba calmando sus emociones viendo la cara de la linda chica vampiro.

—Si. Estoy bien.

—Ya veo. Así que, —Ella hundió la cabeza en el agua y al instante la sacó, ahora sosteniendo un pez con los dientes. —Es hora de cenar.

Ella parecía un oso que caza peces. Midas no pudo evitar verla de otra forma. Teniendo en cuenta que si se estaba poniendo sentimental antes, se sintió avergonzado. En un infantil intento de ocultar su vergüenza, empujó a Briar con el pie, haciendo que ella perdiera el equilibrio y se cayera en el agua.

Después de actuar como un niño de diez años, salió del agua.

—Jujuju. Aun te tengo, pescado—gruñó Briar saliendo del agua, con el pez aun en la boca.

—Encárgate de pescar, Briar. Yo intentaré encender una fogata. Aún tengo los pies libres…

—¡A sus órdenes, capitán!

Parecía difícil encender una fogata, pero Midas ya tenía unas ideas en mente. La cena estará lista para después, y estos dos amigos podrán seguir con su viaje luego de un largo descanso de una noche entera. 

Si bien ambos se acercaron más esta noche, Midas seguía atrapado en sus propios pensamientos deprimentes. Ahora no está solo, y eso era mejor que nada. Esta chica era… especial, de una forma extraña.

Aunque él hasta ahora no se haya dado cuenta, fue Briar quien lo salvó de volverse loco en esa celda…

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