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futbolista

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Chapter 1 - capitulo 1

Capítulo 1: 25 de agosto de 2012

Morí un lunes.

No fue nada glorioso. No hubo disparos, ni enfermedades dramáticas, ni un último adiós con música de piano al fondo. Solo el sonido de los frenos de un Porsche 918 Spyder y luego… oscuridad. Lo último que pensé fue: Qué ironía, morir aplastado por un coche que yo mismo ayudé a financiar cuando invertí en Porsche el año pasado.

Y luego desperté.

El techo era de yeso agrietado. Las paredes olían a humedad. Una sábana áspera me cubría apenas hasta las rodillas. Y mi cuerpo… no era el mío. Las manos eran más pequeñas. La voz, más aguda. Me levanté de golpe y corrí al único espejo del cuarto. Ahí estaba yo. O mejor dicho, el yo de hace trece años. Luka Vuković. Quince años. Huérfano. Flaco como un poste y con ojeras permanentes.

—¡Luka! —gritó una voz femenina desde el pasillo—. ¡Despierta o te quedas sin desayuno!

Reconocí esa voz. Era Gordana, una de las cuidadoras del orfanato estatal en las afueras de Zagreb. La misma que solía robarse parte del presupuesto de la comida para comprar cigarrillos y vodka barato. Este lugar era un agujero.

Y sin embargo, sonreí.

Estaba de vuelta. Y no solo en el tiempo. Estaba en 2012. Con todo lo que sabía. Con cada recuerdo de cada partido, cada traspaso, cada caída y cada ascenso del mundo del fútbol y los negocios. El universo me había dado una segunda oportunidad. Y no pensaba desperdiciarla.

Mi nombre es Luka Vuković, y esta vez, voy a convertirme en el mejor futbolista del mundo.

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Bajé al comedor común. Pan duro. Queso amarillento. Leche tibia. Nada había cambiado.

Me senté junto a Marko y Deni, dos chicos que también llevaban años en este agujero. Antes, cuando era niño, trataba de llevarme bien con todos. Ahora, con la mente de un hombre de casi treinta, todo me parecía un experimento social de mal gusto.

—¿Estás bien, Luka? —preguntó Marko con la boca llena—. Pareces raro.

—Dobro sam. Samo razmišljam.

("Estoy bien. Solo estoy pensando.")

La vida en el orfanato era simple: levantarse, comer, clases cutres, alguna hora de fútbol con balones medio desinflados, y dormir. Pero hoy no sería un día más. Hoy iba a empezar mi plan.

Sabía que en octubre de este año, el Real Madrid mandaría ojeadores a un torneo sub-16 en Dalmacia. Un evento pequeño, pero donde había nacido el interés por jugadores como Kovacić o Pasalić. Si lograba colarme en un equipo que participara, tenía una oportunidad.

Y para eso, necesitaba dos cosas: entrenamiento y visibilidad.

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Después del desayuno, nos dejaron salir al patio. El campo de fútbol era de tierra, con porterías oxidadas. Un balón de cuero desinflado y treinta chicos corriendo como pollos sin cabeza.

Pero yo no era uno más.

Mi cuerpo tenía quince años, sí. Pero mi mente era la de un exatleta que había entrenado con profesionales, leído cientos de análisis tácticos, trabajado con nutricionistas, psicólogos deportivos y entrenadores de élite. En mi vida pasada, había jugado en cuatro ligas diferentes y había invertido en empresas tecnológicas, moda deportiva y hasta en una franquicia de batidos orgánicos en California.

Corrí al balón. Me posicioné bien. Toque de control. Pase en diagonal. Movimiento sin balón. Regate corto. Cambio de ritmo. Gol. Todo sin lucirme demasiado. No era tiempo de mostrarlo todo, solo lo justo para destacar.

—Ko si ti, Luka? Danas igraš kao Modrić!

("¿Quién eres tú, Luka? ¡Hoy juegas como Modrić!") —gritó Deni, sorprendido.

—Možda sam samo imao dobar san.

("Tal vez solo tuve un buen sueño.") —respondí con una sonrisa.

La clave era mantener el perfil bajo. Nada de mostrar habilidades que parecieran imposibles. Solo destacar sutilmente. Como una joya entre piedras. Que brillara sin parecer falsa.

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Esa tarde, me escabullí al despacho del director del orfanato. Sabía que tenía un viejo ordenador con acceso a internet. Lo usaban para llenar formularios del gobierno, pero yo tenía otra intención.

Busqué clubes de la región que participarían en el torneo de octubre. Me enfoqué en aquellos que no requerían una ficha federativa previa o que aceptaban jugadores a prueba. Había uno en Split. El NK Adriatic.

Tenían una prueba abierta el 1 de septiembre. Faltaban seis días. Perfecto.

Cerré la sesión justo cuando escuché pasos acercándose.

—¿Qué haces aquí, Vuković? —preguntó Gordana con su voz de cazadora frustrada.

—Buscaba papel higiénico.

—¿Aquí?

—Estoy desesperado.

No sospechó. Jamás había sido muy lista. Me dejó ir, murmurando algo sobre niños raros.

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Esa noche, mientras los demás roncaban, yo planificaba. Necesitaba entrenar todos los días. Mejorar resistencia, precisión, visión de juego. Tenía seis días para destacar entre decenas de adolescentes con hambre. Literal y figuradamente.

Hice una rutina de ejercicios que podía realizar en secreto: saltos de tijera, flexiones, abdominales, coordinación con una pelota de tenis. Sabía cómo entrenar sin gimnasio. En mi otra vida, lo hice durante meses en hoteles de mala muerte, en aviones, en zonas de guerra. Lo importante era mantener el foco.

A las dos de la mañana, todavía no dormía. Tenía el corazón acelerado. Estaba de vuelta. Y todo era posible.

Nike. Real Madrid. Manchester United. El harem. La gloria.

Pero primero: sobrevivir a septiembre.