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Chapter 15 - Capítulo 15 – 17 de febrero de 2006

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Capítulo 15 – 17 de febrero de 2006

"La invitación"

Sábado por la mañana. El sol golpeaba sin piedad las canchas auxiliares del club Cerro Porteño. El equipo B estaba concentrado, todos sabían que el rival de hoy era duro, pero Matteo lo afrontaba con una determinación inquebrantable. Su mente estaba en el juego, pero también, inevitablemente, en María.

En la charla técnica, el DT repasó los conceptos que habían trabajado durante la semana: presión alta, salida rápida por las bandas, y aprovechar los movimientos de Matteo por derecha.

—Muchachos —dijo con firmeza—, hoy no solo jugamos para ganar, jugamos para consolidar lo que venimos haciendo. Quiero que ese tridente ofensivo funcione como un reloj suizo. Matteo, vos abrí la cancha y encará cuando se te dé la gana.

El partido comenzó a las 15:30. Desde el primer minuto, Matteo se mostró imparable. En el minuto 13, recibió un pase largo, bajó la pelota con el pecho y desbordó al lateral izquierdo rival. Tiró el centro raso, y su compañero en el área chica solo tuvo que empujarla. Asistencia.

En el segundo tiempo, al 62', aprovechó un error en la salida del rival, robó la pelota y definió cruzado al segundo palo. Gol.

Más adelante, en el 77', rompió por la derecha, superó a dos defensores y sirvió otro centro medido al área. Segunda asistencia.

Cerro Porteño B 3 – 1 el rival de turno.

Matteo cerró el día con 1 gol y 2 asistencias más, elevando su cuenta en el torneo a: 8 goles y 7 asistencias.

En la grada, como siempre, estaba ella. María Laura. Gafas oscuras, jeans ajustados y una blusa blanca sin mangas. Aplaudía, con una sonrisa de orgullo que lo derretía.

Tras el pitido final, Matteo se duchó rápido, se puso ropa limpia y se dirigió hacia la salida. Apenas salió, ella ya lo esperaba cerca de la reja, con una botella de agua fría y una mirada pícara.

—Hola, mi campeón —dijo, pasándole la botella.

—Hola, mi fan número uno —respondió él, sonriendo—. ¿Qué nota le ponés al partido de hoy?

—Un nueve. El punto que te falta te lo doy en casa.

Él rió, con las cejas levantadas.

—¿Me estás invitando a tu casa, Malala?

Ella no respondió de inmediato. Se limitó a acercarse, tomándolo suavemente del brazo.

—Sí, tonto. Quiero que vengas a tomar un tereré conmigo. Ya es hora. Te lo ganaste.

El corazón de Matteo latía como en los últimos minutos de un partido cerrado. Asintió con la cabeza.

—¿Y a qué hora me paso?

—A las cinco. Yo te paso a buscar. No te vayas a poner nervioso.

—¿Quién, yo? —dijo él, alzando los hombros con fingida indiferencia—. Si vos ya sos mía.

Ella soltó una risa dulce.

—¿Ah sí? Qué confianza. Vamos a ver si te portás como un buen novio.

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A las cinco en punto, como había prometido, ella llegó a la entrada del orfanato. Matteo se subió al coche con el corazón latiendo con fuerza. Durante el trayecto, hablaron de fútbol, del próximo partido y de tonterías, mientras sonaba música nacional bajita en la radio.

La casa de María estaba en Lambaré, un barrio residencial tranquilo. Una vivienda sobria, bien cuidada, con un jardín pequeño y una galería con sillas de mimbre. Entraron, ella preparó el tereré en la cocina y lo sirvió en el patio.

Sentados bajo la sombra, hablaban de todo y de nada. Matteo le contaba cómo se sentía más fuerte, más veloz, cómo cada vez se adaptaba mejor a su rol en el equipo. María, por su parte, lo escuchaba con atención, halagando su madurez y determinación.

En un momento de silencio, él la miró.

—Gracias por estar siempre ahí. Cuando meto un gol y te veo aplaudiendo, me da fuerza.

Ella lo miró, y sonrió.

—Y a mí me das vida cada vez que lo hacés. Sos especial, Matteo.

El chico no dudó. Se acercó, puso su mano sobre la de ella.

—Te amo, María.

Ella lo besó. Sin palabras. Lento. Suave. Con dulzura.

El anclaje de amor se hizo más fuerte que nunca.

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Cuando el sol se escondía, ella lo llevó de regreso. Al despedirse, lo besó otra vez.

—Este sábado fue perfecto —dijo ella, acariciándole el cabello.

—Y apenas empieza.

Matteo bajó del coche y se metió en el orfanato con una sonrisa tonta en la cara. Sabía que era el principio de algo hermoso… y peligroso.

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