El silencio en la Torre de Vigilancia era inusual. Los héroes que se reunían allí siempre llevaban consigo la energía de la urgencia, la necesidad constante de actuar. Pero hoy, las palabras habían sido sustituidas por miradas tensas y gestos contenidos.
Batman estaba de pie, brazos cruzados, frente al monitor principal. No hablaba. Solo observaba los registros interrumpidos de energía que Igris había dejado tras su paso. Detrás de él, Superman flotaba ligeramente, sin tocar el suelo, los brazos cruzados, su ceño fruncido.
—¿Estás seguro de esto, Bruce? —preguntó con tono grave.
—No. Pero si alguien logra ingresar a la Batcomputadora sin dejar rastro… y desaparecer justo antes de que mis sensores cuánticos puedan estabilizar su firma… no lo ignoro.
La tensión se rompió cuando una grieta dorada cruzó el aire como un rayo vertical, partiéndolo en silencio.
Doctor Fate emergió de la abertura con su clásico porte regio. No caminaba. Flotaba. Su capa azul ondeaba suavemente, impulsada por una brisa que nadie más sentía.
—Les he visto morir —dijo con voz profunda.
Todos se giraron. Flash apareció al instante, comiendo una barra de cereal.
—Woah, Doc, siempre tan dramático. ¿No podrías empezar con un “Hola chicos, les traigo noticias”?
Fate no respondió. Su casco brilló tenuemente. La energía mística en la sala subió de golpe, como si el aire mismo reconociera una fuerza mayor.
—He tenido visiones constantes. Pero esta noche… vi algo con más claridad que nunca.
Zatanna, que acababa de llegar, lo notó primero: el aura de Nabu estaba fragmentada. No debilitada, pero sí alterada.
—¿Qué viste exactamente?
Fate alzó la mano. Una imagen comenzó a construirse en el centro de la sala. Sombra tras sombra, como un sueño deformado, hasta que tomó forma: una figura alta, de postura impecable, completamente vestida de negro. No tenía rostro, pero su presencia era sofocante. Un manto elegante, como tejido de oscuridad viviente, ondeaba a su alrededor. El aura… era un púrpura profundo, mezclado con negro absoluto.
—No lo comprendí al principio, pero esta figura no era ni demonio, ni dios, ni entidad primigenia. Era humano… una vez. Ahora es algo más.
Superman lo miraba con atención.
—¿Es una amenaza?
Fate no respondió de inmediato.
—En mis visiones lo he visto levantar ciudades y dejarlas intactas. He visto a sus enemigos disolverse como humo ante su voluntad. Pero también lo he visto salvar a un niño de un campo de batalla, y retirarse sin exigir gloria.
Batman se acercó al holograma, analizando cada detalle.
—¿Tiene nombre?
—No. Ni siquiera los nombres responden cuando lo busco. Solo sé lo que sus enemigos lo llamaban en otros planos… “El Rey de las Sombras”.
Un silencio denso cayó sobre la sala.
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Mientras tanto, en otro lugar del mundo, Jin-Woo observaba desde un balcón oculto una operación de A.R.G.U.S. en marcha. No intervenía. Solo estudiaba.
“Ellos buscan entender a lo que enfrentan. No saben que yo también lo hago.”
Los mundos eran distintos. En el suyo, la amenaza había sido clara, los enemigos definidos. Aquí… todo era más ambiguo. Los dioses no eran del todo dioses. Los monstruos tenían rostro humano. Los héroes dudaban.
Y aun así… podía respetarlos.
“Hay algo en ellos que no tenía en mi mundo. Cooperación. Comunidad. Eso puede ser un arma… o una debilidad.”
Detrás de él, Beru apareció.
—Mi rey, el Cazador Nocturno casi te ha detectado nuevamente. ¿Deseas eliminarlo?
—No. Quiero ver hasta dónde puede llegar con su instinto.
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De regreso en la Torre, Doctor Fate continuó:
—No puedo decirles si es un enemigo o un aliado. Pero esto sí sé: es un ser que ha sobrevivido a un apocalipsis. Y lo ha hecho llevando un ejército de muertos bajo su control.
Wonder Woman se irguió.
—¿Necromante?
—No. Algo más preciso. Cada sombra que le sirve conserva su voluntad… pero también su lealtad absoluta. Como si fueran parte de su alma.
Aquello provocó un murmullo. Cyborg intentó acceder a registros mágicos globales, pero la base de datos estaba bloqueada por capas de silencio umbral.
—¿Y si es una respuesta del universo? —propuso Martian Manhunter—. Algo que surge para prevenir otra invasión como la de Darkseid.
—¿O para terminar lo que él no pudo? —dijo Batman en voz baja.
La pregunta quedó flotando.
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Epílogo del capítulo
En la base de operaciones sombría, Jin-Woo se sentó finalmente. Igris apareció por su lado, esta vez sin necesidad de palabras.
“Me han visto,” pensó Jin-Woo.
“Y ahora sabrán que no soy una sombra más… sino la que las comanda.”
Mientras tanto, desde otra dimensión, algo se acercaba. Más allá de la mirada de Fate. Más allá del tiempo. Un rugido bajo, contenido, de un Monarca que finalmente había sentido el llamado.
El juego había comenzado.