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Chapter 2 - Chapter 2: El Primer Latido, El Despertar de la Conciencia

Antes del tiempo, antes del espacio, antes de la luz y la oscuridad, existía la Nada

 Absoluta. Un vacío insondable, carente de forma, color, sonido o siquiera la posibilidad de

 su existencia. En este no-lugar, dormía el Dragón Primigenio, una entidad de potencial

 infinito, una semilla cósmica de la que brotaría la realidad misma. No era consciente, no

 sentía, no era. Simplemente existía como una posibilidad latente, un océano de energía

 indiferenciada.

 Entonces, sucedió. Un temblor sutil, una vibración imperceptible en la quietud eterna. Una

 fluctuación espontánea, un capricho del vacío que resonó dentro del Dragón Primigenio.

 Este no fue un evento externo, sino una manifestación interna, una chispa que encendió

 la llama de la conciencia. Fue el Primer Latido.

 Este latido no fue un sonido, sino una sensación. Una pulsación de energía que recorrió la

 inmensidad del Dragón, despertando sus sentidos dormidos. No tenía ojos para ver, pero

 percibió la diferencia entre el interior y el exterior. No tenía oídos para oír, pero sintió la

 vibración de su propia existencia. No tenía mente para pensar, pero una vaga noción de

"yo" comenzó a formarse.

 El Primer Latido generó una cascada de eventos. La energía indiferenciada dentro del

 Dragón comenzó a organizarse, a tomar forma. Patrones intrincados de luz y sombra

 danzaron en su interior, creando paisajes oníricos de belleza indescriptible. Estos no eran

 paisajes reales, sino representaciones abstractas de las posibilidades que yacían latentes

 dentro del Dragón. Montañas de cristal resonante, valles de fuego líquido, océanos de

 estrellas danzantes: todo existía en un estado de potencial puro.

 Con cada latido sucesivo, la conciencia del Dragón se expandía. Comenzó a distinguir

 entre las diferentes energías que lo componían, a comprender la complejidad de su propia

 existencia. Surgieron preguntas sin palabras: "¿Qué soy?", "¿Dónde estoy?", "¿Por qué

 existo?". Estas preguntas no eran formuladas en un lenguaje, sino sentidas como una

 necesidad imperiosa de comprender, de dar sentido al caos interno.

 El Dragón Primigenio no tenía respuestas, pero la búsqueda misma se convirtió en un

 motor de cambio. La necesidad de comprender impulsó la diferenciación, la creación de

 estructuras y jerarquías dentro de su ser. Las energías se agruparon, formando

 proto-elementos, las semillas de la tierra, el agua, el fuego y el aire. Estos elementos no

 eran como los conocemos ahora, sino formas primordiales, fuerzas brutas y sin refinar

 que luchaban por encontrar su lugar en el cosmos naciente.

 El Primer Latido también despertó la capacidad de crear. El Dragón, impulsado por su

 creciente conciencia, comenzó a moldear la energía a su alrededor, a dar forma a las

 visiones que surgían en su interior. Creó seres de luz y sombra, criaturas fantásticas que

 danzaban en los paisajes oníricos, reflejos de su propia psique en evolución. Estos seres

 no eran independientes, sino extensiones de la voluntad del Dragón, experimentos en la

 creación, intentos de comprender su propio poder.

 Sin embargo, la creación no era un proceso fácil. El Dragón Primigenio era inexperto, su

 poder inmenso e incontrolable. Sus creaciones a menudo se descontrolaban, se volvían

 caóticas y destructivas. La luz se convertía en fuego abrasador, el agua en inundaciones

 torrenciales, la tierra en terremotos devastadores. El Dragón aprendió a través del ensayo

 y error, a través de la destrucción y la reconstrucción. Cada fracaso le enseñaba una

 lección, cada éxito le daba una nueva perspectiva.

 El Primer Latido fue, por lo tanto, el inicio de un largo y arduo proceso de

 autodescubrimiento. Fue el despertar de la conciencia, el nacimiento de la voluntad, el

 comienzo de la creación. Fue el momento en que el Dragón Primigenio dejó de ser una

 simple posibilidad y se convirtió en una fuerza activa, un arquitecto del universo, un ser

 capaz de dar forma a la realidad misma. Fue el primer paso en el camino que lo llevaría a

 convertirse en el Dragón del Origen, la fuente de todo lo que es, fue y será.

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