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Chapter 4 - Capítulo 4 SGC

Capítulo 4 SGC

 

Samantha Carter estaba mirando la televisión. Ella estaba

viendo varios canales de noticias mundiales al mismo tiempo. A su lado,

sentados en el sofá de la habitación de Daniel, su compañero de equipo en SG1,

estaban el Coronel O’Neill, Teal’c y Daniel, quienes también estaban viendo los

informes de noticias con el mismo asombro que ella.

Hacía dos horas, una serie de informes se habían filtrado en

Internet, en los canales de noticias y en todas las computadoras de empresas

que tuvieran relación con la producción, comercialización o distribución de

software y hardware, ya fuera que estuvieran conectadas a una red pública o no.

Incluso en los servidores del ejército se habían filtrado esos archivos y

estaban en su propia computadora personal.

Lo que los mantenía pegados al televisor era que la persona

que había filtrado los archivos había dejado un informe sobre las tecnologías

que estaba detallando y cómo usarlas de la forma más eficiente. El informe

comenzaba con las palabras “Informe de un aliado”, las mismas palabras

empleadas por la persona que había traspasado la seguridad de su base para

escribir un informe en su computadora central, la cual estaba aislada de

cualquier red.

—Esta tecnología está décadas por delante de cualquier

computadora actual —concluyó Daniel, mirando las especificaciones casi absurdas

de una computadora clasificada como personal en los archivos filtrados.

Era un monstruo de computadora con 20 terabytes de memoria

interna, que ni siquiera era un disco duro, sino otra tecnología de

almacenamiento. Un disco duro actual se consideraría bueno si llegara a los 500

gigabytes, pero en comparación con la nueva tecnología parecía un aparato

engorroso.

Lo más absurdo eran los procesadores de 68 núcleos y su

eficiencia de procesamiento, donde cada núcleo superaba la potencia actual de

un mono núcleo y un procesador dual core por hasta cuatro a diez veces su

potencia. La tecnología de imagen también era algo nuevo, pantallas,

periféricos, sensores. Era una computadora del futuro.

—¿Creen que alguien construyó su propio DeLorean? —preguntó

el coronel O’Neill, levantando una ceja de forma insinuante.

Teal’c frunció el ceño al no entender la referencia, por lo

que la capitana Carter procedió a explicárselo.

—Señor, sea cual sea el caso, considerando que esta persona

es la misma que se ha infiltrado en nuestra base, es probable que tengamos

alguna filtración en el futuro sobre el programa Stargate —explicó Sam después de explicar las cosas a

Teal’c. Ella consideraba que su superior militar no estaba pensando en las

implicaciones de este asunto.

—Carter, se preocupa demasiado. Ya hemos sido infiltrados y

si este sujeto aún no ha revelado nada, es poco probable que lo haga en el

futuro. Además, es bueno saber que alguien está dispuesto a darnos algo de

tecnología avanzada sin exigir nada a cambio —respondió el coronel O’Neill.

—Señor, esta tecnología solo está algunas décadas por delante

de la nuestra. Para enfrentarnos a los Goa’uld, necesitaríamos tecnología

cientos de años más avanzada, quizás miles —explicó Sam.

—Quizás, pero ¿y si de repente decide darnos unos buenos

cañones y algunas naves?...

Las alarmas de la base empezaron a sonar, interrumpiendo al

coronel O’Neill, y todos se levantaron para acudir a la sala de reuniones,

donde ya estaba el general Hammond, encargado de la base y el proyecto

Stargate, y su ayudante.

—¡Señor! Parece que últimamente hay demasiado ruido en esta

base —comentó el coronel O’Neill al entrar. El general Hammond lo miró y

asintió.

—Hace algunos minutos, algunas cosas aparecieron en nuestro

almacén de armas y en nuestro almacén de vehículos. Sumado a ello, hay otro

informe extraño en nuestra computadora central —informó el general Hammond, al

tiempo que un oficial entraba y le entregaba varios papeles que compartió con

ellos. La capitana Carter se apresuró a leer.

«Informe de un aliado: Hay algunos artefactos peligrosos

esparcidos por su planeta. Espero que puedan darles un buen uso»…

El informe seguía detallando una serie de cosas, entre las

que se incluían una pistola paralizante Goa’uld a la que el informe llamaba

pistola zat, y que aturdía al primer disparo, mataba al segundo y desintegraba

al tercero. En el informe se detallaba su funcionamiento y el número de ellas

que habían sido recolectadas, que eran más de cien. También había un sarcófago

Goa’uld, del que ellos ya sabían, pero el informe agregaba que, a pesar de ser

un artefacto milagroso, también era peligroso y su uso para prolongar la vida

provocaba locura.

Lo más increíble en el informe era una nave Goa’uld descrita

como una nave de carga modelo antiguo, que su informante anónimo les había

hecho el favor de actualizar con un sistema de camuflaje que la hacía

invisible, una fuente de energía basada en naquadriah que este aliado aseguraba

no poseían los Goa’uld y que multiplicaría la eficiencia y velocidad de la nave

unas setenta veces.

Por último, una especie de gas hipnótico que convertía a

aquellos que afectaba en personas extremadamente influenciables, capaces de

creerse la teoría de la tierra plana sin poner ningún pero. El efecto

desaparecía si se aplicaba al sujeto afectado una fuerte descarga eléctrica; un

disparo de zat era lo más efectivo.

Al final, el informe mencionaba que estos objetos pertenecían

a vecinos indeseables, que era mejor que estuvieran bajo su custodia. Al

terminar de leer, todos miraron a Teal’c. Teal’c asintió.

—Todos los objetos descritos y sus imágenes son tecnología

Goa’uld. Parece que estos no habían abandonado su planeta por completo —dijo

Teal’c.

—Eso parece —dijo el general Hammond.

—Así que ahora tenemos una nave espacial —comentó el coronel O’Neill

con satisfacción. Daniel no dijo nada y aún leía el informe.

—Este sarcófago puede ser un último recurso en caso de que

alguien sea infectado por un Goa’uld —comentó Daniel. La capitana Carter

comprendió sus palabras al momento, él estaba pensando en su esposa.

—Daniel Jackson, eso sin duda funcionaría —apoyó Teal’c.

—Primero traten de luchar por mi vida si me veo en una

situación similar —bromeó el coronel O’Neill para romper la tensión.

La forma de sacar un Goa’uld usando un sarcófago sería

abrirle la cabeza a su anfitrión, sacar al simbionte y luego meter al anfitrión

al sarcófago para revivirlo. Era un método atroz, pero tenía grandes

probabilidades de éxito.

—Señor, toda esta tecnología podría ayudarnos, en especial el

sarcófago, ya no tendríamos que temer no tener un tratamiento para una

infección goa’uld —dijo la Sam al general Hammond.

—Creo que el presidente aprobará su uso en caso de ser

necesario, no podemos pasar por alto la advertencia sobre su uso prolongado

—respondió el general Hammond.

—Las pistolas Zat también podrían ahorrarnos algunos enemigos

—dijo Daniel, que veía la guerra como un mal no necesario y prefería la paz o,

en su defecto, las tácticas no mortales.

Un día después de que Korr publicara sus archivos sobre

tecnología, las principales empresas de computadoras del mundo entero habían

armado un escándalo de proporciones épicas. Algunas incluso habían tratado de

registrar patentes mientras que otras se apresuraban a demandarlas por querer

robar obras públicas.

Korr, que estaba mirando la situación en el SGC, se estiró y

fue hasta su cama para dormir hasta el siguiente día. Él había capturado a

todos los goa’uld en la Tierra y había dado sus posesiones al SGC para evitar

filtraciones y darles algunos resultados tempranos en cuanto a su búsqueda de

tecnologías. De esa forma tendrían una base para justificar el programa y

recibirían más apoyos.

Respecto a lo que haría Estados Unidos con una nave con

sensores capaces de ver dentro de un búnker subterráneo, rastrear armas

nucleares y hacerse invisible, a Korr no le importaba. Si el país trataba de

esclavizar al resto del planeta, él corregiría su error, pero si se limitaba a

actuar de forma civilizada, no le importaría si un imperio se formara sobre los

demás. Respecto a su propio país, no le interesaba. Él detestaba haber nacido

allí.

Korr despertó al siguiente día, sintiéndose descansado y con

gran parte de su estrés fuera de su cuerpo. Como la bionave seguía sin llegar,

él dio un paseo por varios lugares del planeta y usó sus habilidades

telepáticas para obtener información de algunos militares cuyos datos había

obtenido en internet. En particular, obtuvo información de fuerzas especiales y

oficiales de los cuarteles estratégicos de las principales potencias del mundo.

Luego de medio día recolectando información, Korr volvió con

los jaffa y compartió la información sobre estrategia, tácticas y combates,

ordenándoles usarlas a partir de ahora. Los jaffa no estaban contentos con lo

que consideraban tácticas carentes de honor, pero Korr compartió más

información con ellos sobre extensos tratados y trabajos filosóficos sobre el

tema, haciéndoles entender que morir en una carga frontal no era algo

honorable, sino una estupidez de nivel épico.

Korr no trató de convencerlos de nada, marchándose del lugar

y dejándolos solos. Si ellos no entendían, tendría que buscarse otros jaffa.

Después de otros tres días de espera, la bionave al fin había

llegado a la Vía Láctea y Korr empezó a recibir informes de su tripulación de

replicadores.

Los Alteranos habían sido asegurados y estaban en éxtasis.

Sus cuerpos eran viejos, pero una vez que obtuvieran la tecnología Asgard de

transferencia de mentes, podrían tener cuerpos jóvenes.

La nueva fuente de energía, basada en el Proyecto Arturo,

había sido creada e instalada sin problemas. Se calculaba que la dimensión

artificial creada para depositar las partículas exóticas que irradiaba duraría

un mínimo de diez años siendo usada a potencia máxima, lo que era un

rendimiento superior al de cualquier ZPM.

Korr estaba encantado con ese resultado e inmediatamente

ordenó la creación de otras tres esferas guardianas mejoradas para usar una

fuente de energía del Proyecto Arturo.

Los siguientes informes tenían que ver con los recursos

obtenidos de la ciudad Asuran desmantelada, junto con todas sus fábricas y

naves, además de los recursos almacenados. Korr revisó la construcción de la

siguiente bionave, de modelo y armas iguales a su propia bionave, pero que solo

medía un kilómetro de largo, porque no tenía fábricas o astilleros. Sería una

nave de combate y exploración.

La bionave estaba al ochenta por ciento de su crecimiento.

Aun con el suministro de recursos constantes y la ayuda de los bionanitos en su

desarrollo, llevaría un mes producir cada bionave.

Korr solo haría siete bionaves, una para cada uno de los

replicadores mejorados. Él no haría Ha’taks en la bionave, porque era una

tecnología obsoleta. Quizás luego crearía astilleros, pero estarían fuera de la

bionave. Tampoco haría más mejoras a las Ha’taks, porque con las mejoras que ya

había hecho, las Ha’taks de Jet eran capaces de enfrentarse a diez Ha’taks de

los Señores del Sistema y salir victoriosas. Contaban con una superioridad

abrumadora en cuanto a movilidad, pudiendo atravesar la galaxia entera en poco

más de un día, mientras que a las naves Ha'taks actuales les tomaría hasta tres

años.

En cuanto a las siguientes Ha’taks que creara, no incluirían

mejoras Alteranas, solo tecnología Goa’uld en su máxima expresión, incluidas

fuentes de energía basadas en el naquadriah.

La tecnología Goa’uld no podía subestimarse y estaba miles de

años por delante de la humana. Había computadoras que funcionaban con los

pensamientos, amortiguadores de inercia, generadores de gravedad, tecnología de

curación capaz de revivir a los muertos, escudos, invisibilidad y demás. Eran

los propios Goa’uld, dirigidos por los Señores del Sistema, los que limitaban

su uso porque todo lo que creaban debía ser un objeto ritual y no parecerse a

tecnología, porque se suponía que eran dioses, y eso limitaba mucho su

utilidad, pues todo era demasiado simple.

Korr no planeaba conquistar a todos los Goa’uld, solo quería

tener su propio territorio, y de allí no pensaba salir. Los Goa’uld eran

problema de las especies humanas, y él planeaba ayudarles en su lucha debido a

que los Goa’uld con su locura desmedida le causaban asco y repulsión, pero no

se tomaría esto como una cruzada personal.

Cuando los informes terminaron, Korr integró la red de

satélites que había creado y que los jaffas habían estado distribuyendo a

diferentes mundos cercanos a su territorio, con la bionave. Estos satélites,

por el momento, solo eran diez, pero ya programaría a la bionave para crear más

y en un futuro, cubrirían toda la galaxia.

Estos satélites servían como medio de comunicación y, a la

vez, espiarían todo el movimiento de flotas en la galaxia. Pero su principal

función era vigilar todo el sistema Stargate. Una vez que los satélites

estuvieran distribuidos en cada puerta estelar, él podría crear un sistema de

seguridad impenetrable para sus propios mundos y ponerlos a salvo de cualquier

amenaza que pudiera acceder por los portales.

Por último, Korr revisó los datos del viaje para calcular la

velocidad actual de la bionave. La Leviatán tardó siete días en llegar a la Vía

Láctea desde la galaxia Pegasus.

El hiperpropulsor de diseño Alteran, integrado y mejorado por

la biotecnología Wraith, estaba al máximo rendimiento, lo que significaba que

su límite era de unos ciento cincuenta millones de veces la velocidad de la

luz, más del doble de la velocidad del Dedalus con los hiperpropulsores Asgard

en la historia original. Sin embargo, se debía tener en cuenta que el Dedalus

podía alcanzar más de trescientos millones de veces la velocidad de la luz al

usar un ZPM en sus motores, lo que significaba que sus hiperpropulsores eran

mejores que los de la bionave.

También estaban las naves Asgard, que podían alcanzar más de

setecientos millones de veces la velocidad de la luz con sus hiperpropulsores y

sin usar un ZPM. La tecnología Asgard destacaba en ataque y velocidad, sus

naves eran incomparables, aunque sus escudos eran débiles.

En la serie, tres naves Goa’uld, apenas mejoradas por la

tecnología alteran usada por Anubis, derribaron a una nave Asgard. Por

supuesto, se debía tener en cuenta que esa nave no contaba con un As de

partículas Asgard para atacar, por lo que era probable que fuera un modelo

obsoleto, usado por los Asgard solo contra los Goa’uld, que no podrían

superarla.

Por otro lado, los alteran contaban con otro medio de movimiento

intergaláctico. Este era un motor hiperespacial que usaba unos principios

parecidos a los que usaban los stargates. Por esto, si se usaba este

hiperpropulsor se podían hacer viajes intergalácticos en segundos, pero los

replicadores mejorados aún estaban ajustando esta tecnología a su nueva fuente

de energía, y quedaría en espera por un tiempo más.

Korr esperó detrás de la Luna terrestre a que su nave

insignia llegara. Los jaffas esperaron con él, mirando el espacio desde el

hangar de uno de los Ha’taks, y cuando la bionave con apariencia de nave

Goa’uld apareció ante ellos con su enorme tamaño de cinco kilómetros, ellos

lucieron asombrados.

—Esta es mi nave insignia, una nave que es para mi uso

exclusivo. Su nombre será Leviatán —declaró Korr, y los jaffas saludaron,

llevando sus manos apretadas en puños a sus pechos.

Korr creó una conexión con las nuevas esferas guardianas que

creó y se transportó al puente de su nave insignia. Una vez allí, se sentó en

su trono, una mezcla de diseño griego y egipcio. Él volvía a llevar su traje

oficial, con los replicadores adornando su cuerpo, la falda blanca y la pechera

semicircular.

Korr abrió comunicaciones con los dos Ha’taks.

—Emprenderemos el camino a casa para reclamar nuestro antiguo

territorio y recuperar a las familias que han dejado atrás. Mi intención en

esta batalla dependerá de las condiciones en que las personas que habitaban el

planeta hayan sido tratadas. Cualquier acto de tortura o asesinato será

respondido de forma brutal y despiadada —declaró Korr.

—¡Como nuestro dios ordene! —respondió Jet con tono

satisfecho. Él dirigía una de las dos naves Ha’taks y había respondido desde el

puente de una de estas.

Korr se tomó unos segundos para enviar un dardo de

replicadores y varias bioesferas a la Luna para que construyeran una pequeña

nave. Su única función, una vez terminada, sería mantener un portal para su uso

en la órbita de la Tierra, que sería activado cada vez que necesitara viajar

allí. Hacer esto solo tomó unos segundos, y la comunicación seguía activa.

—Mi nave es más rápida, yo arrastraré los Ha’tak —dijo Korr

mientras activaba un campo de fuerza sobre las otras naves antes de abrir una

ventana al hiperespacio y arrastrarlas consigo y con la Leviatán.

Con su velocidad actual, la Leviatán podría cruzar la galaxia

en apenas seis horas. Korr no quería pasar un día entero viajando por el

hiperespacio si podía llegar a su territorio en solo cuatro horas, lo que le

llevaría viajar desde la Tierra. En una nave Ha’tak de los Señores del Sistema,

y si no había contratiempos, esto llevaría más de dos años debido a la

deficiente fuente de energía que usaban.

Mientras estaban en el hiperespacio, Korr revisó el estado de

la bionave en creación. Su velocidad no perdía ante la de la Leviatán, pero sus

armas eran armamento ligero y sus escudos dejaban mucho que desear. Sin

embargo, los nanitos y bionanitos podrían hacerla funcionar y, con algunos

ajustes, podría navegar sin problemas y poner en funcionamiento su sistema de

ocultación.

Los ajustes tardaron un par de horas en estar listos, y

cuando la Leviatán salió del hiperespacio en el espacio de su antiguo planeta,

la bionave fue expulsada desde la pirámide triangular, que a diferencia de

otras naves de diseño goa’uld, no era hueca, porque Korr necesitaba ese espacio

para astilleros y fábricas.

La bionave, que tenía un kilómetro de largo y ancho, partió

hacia la galaxia Asgard con una dotación de replicadores en ella, guiados por

01, uno de los replicadores mejorados, que tenía una misión que cumplir en ese

territorio. Esta misión era obtener la tecnología Asgard.

Mientras la nave partía, una comunicación llegó a su puente y

una pantalla se extendió ante él.

—Soy el dios Nerul, ¿te atreves a invadir mis dominios? —preguntó

un goa’uld con voz gutural.

Korr, que estaba realizando un escaneo profundo de todo el

planeta, ignoró sus intentos de comunicación por varios segundos. Él solo

respondió después de recibir los datos de los sensores sobre el planeta y sus

habitantes.

Nerul no había matado a mucha gente en su toma de poder, y

los Jaffa que se quedaron detrás después de la huida de los que estaban con él,

también estaban a salvo.

—Tengo dos Ha’tak conmigo, además de mi nave insignia. Tú

posees una chatarra maltrecha y antigua. Dime, ¿te parece que tienes alguna

oportunidad aquí? —preguntó Korr con curiosidad, observando su antigua y

destartalada Ha’tak, que seguía estacionada en su pirámide.

—Sirvo a las fuerzas del gran dios Mot, que sirve al Señor

del Sistema Olokun. Atrévete a tocarme y serás castigado por su flota. Él

comanda seis Ha’tak —amenazó el goa’uld que, al parecer, sabía sumar. Korr

sonrió.

Seis Ha’tak eran un gran ejército para un Señor Medio. Un

Señor del Sistema no tendría más de diez en su ejército personal, aunque sus

sirvientes goa’uld menores se contaban por cientos y estos, a veces, podían

tener sus propios Ha’tak. Aun así, si no fuera una situación extraordinaria, un

Señor del Sistema no robaría las naves de sus vasallos.

—Mot no vendrá a ayudarte, solo eres un encargado, y Mot

estará feliz de que yo y mi flota ocupemos tu lugar —explicó Korr—. Ríndete

ante mí y te daré algunas cosas buenas, como un anfitrión decente. Además, te

daré un planeta para que administres. Si eres eficiente y no demasiado

traicionero en tu trabajo, podrás ascender en poder y autoridad —explicó Korr.

Nerul era un Goa’uld joven, no estaba tan afectado por la

locura Goa’uld y se podía negociar con él, siempre que se hiciera desde una

posición de fuerza.

—Dame uno de tus Ha’tak y al menos a diez Jaffa para que

entrenen a un ejército para mí —Propuso Nerul.

—Actualizaré el Ha’tak donde estás ahora y le colocaré una

nueva fuente de energía que he creado, además de otras mejoras para los

bombarderos, naves de carga y planeadores de la muerte. Te aseguro que podrá

enfrentarse a tres Ha’tak de los Señores del Sistema sin problemas, y su

velocidad y otras capacidades serán inigualables. Pero no recibirás Jaffa, solo

serás un administrador. No tendrás derecho a ningún ejército. Mis propios Jaffa

se encargarán de tu seguridad y la de tu mundo —explicó Korr.

Si Nerul aceptaba seguirle, planeaba someterle a un

tratamiento contra la locura Goa’uld. Tampoco le confiaría ni un cabello a este

tipo. Los Goa’uld eran ambiciosos por naturaleza, y eso no tenía nada que ver

con su locura.

—Acepto —dijo Nerul de mala gana.

Darle un Ha’tak ya era una concesión enorme. Otro Goa’uld lo

habría convertido en su siervo y si se atrevía a replicar, lo torturaría para

aclararle las ideas.

Nerul dio un respingo y se levantó como un resorte de su

trono cuando Korr apareció ante él en un destello de luz. Mientras hablaban, Korr

había enviado a una de sus esferas guardianas a infiltrarse en la nave de Nerul.

Nerul intentó activar su escudo, pero un rayo transportador lo alcanzó antes de

que pudiera hacerlo y apareció en una cápsula médica en su laboratorio personal

de la Leviatán.

Korr ordenó comenzar el tratamiento para su locura y también

la creación de un anfitrión con algunas leves mejoras físicas y de desarrollo

del cerebro que el simbionte encontraría de su agrado. El nuevo anfitrión sería

creado tomando una muestra de su actual anfitrión y mejorando su material

genético. En cuanto a su anfitrión actual, se le borraría su memoria como

anfitrión y se le devolvería a la población civil.

La primera orden de Korr al retomar el trono fue reunir a

todos los Jaffa y poner a Jet a explicarles el nuevo pacto en que ellos serían

considerados sus sirvientes. La mayoría de Jaffa aceptaron con orgullo por su

libertad obtenida y unos pocos dudaron. Korr los mejoró a todos de la misma

forma que a Jet y los equipó con armas, armaduras y conocimientos tácticos de

guerra y combate. Luego le ordenó a Jet que empezara a entrenarlos.

Korr también inició la creación de una fábrica de armas y

armaduras para los jaffas, porque ya no quería perder su tiempo creándolas a

mano, aunque ya tuviera cientos de bioesferas para ayudarlo.

Al terminar con los jaffas, Korr convocó a los líderes

humanos. Los humanos lucían mugrientos y harapientos, con los dientes

malformados y gran cantidad de caries; algunos ni siquiera tenían dientes, lo

cual era horrible. Korr miró a los veinte humanos que estaban frente a él.

—¡Yo soy Korr! —declaró usando la voz de un goa’uld para

infundirles miedo y evitar que se les ocurriera hacer alguna tontería como

ignorar sus órdenes—. Soy el amo y señor de este planeta y dueño por derecho de

conquista de todo lo que hay en él —Korr levantó un dedo—, con excepción de

ustedes. No necesito esclavos, así que les doy su libertad. Pueden abandonar mi

planeta en cualquier momento a partir de ahora. Como el señor de este planeta,

les doy mi palabra de que ninguno de ustedes será castigado por cruzar el Chappa'ai

—ofreció Korr, y cuando los aldeanos lo miraban en un estado de aturdimiento,

siguió hablando:

—Si alguno de ustedes sigue en este planeta para el día de

mañana, lo consideraré mi sirviente, pero seguirán siendo libres de marcharse

si lo desean. Solo que antes de irse, no podrán llevarse nada de este lugar con

ustedes, y cualquier bendición que hayan recibido de mí les será retirada

—explicó Korr, y esperó pacientemente durante cinco minutos a que alguno de los

aldeanos decidiera hablar.

—¿Bendiciones? —preguntó uno de los aldeanos mugrientos y

harapientos. Korr asintió con indiferencia, extendiendo la mano, donde se formó

un pequeño árbol de quince centímetros de altura.

—Este es un árbol de la vida. Al salir de aquí, llévenlo con

ustedes y plántenlo en medio de su aldea. Este árbol crecerá para convertirse

en el centro de su aldea.

»Aquellos de ustedes que sufran alguna enfermedad, dolencia,

malformación, les falte alguna extremidad o les falte inteligencia, solo deben

tocar el árbol y en mi nombre pedir ser curados, y de inmediato se recuperarán

de cualquier mal que les aqueje. Este árbol también tendrá efectos sobre todo

lo que se plante en un radio de quinientos kilómetros de él. Todas sus cosechas

se producirán en un tercio del tiempo normal y producirán hasta cinco veces su

carga habitual.

»También les proporcionará semillas y conocimientos sobre

cómo cultivarlas y las comidas que pueden hacer con ellas —explicó Korr

haciendo que el pequeño árbol, hecho de nanitos y bionanitos, flotara hasta

ellos. Luego, mandó a los jaffas a sacarlos fuera y llevarlos a su aldea para

asegurarse de que plantaran el árbol.

Una hora después, él volvió al Leviatán mientras un ejército

replicador se ocupaba de actualizar su antigua nave chatarra Ha’tak para

convertirla en la primera del nuevo modelo para su flota, que sería liderada

por Jet y sus jaffas en su nombre.

Korr llegó al puente de mando y se sentó en su trono. Él dio

una orden a 05 de que tomara las bioesferas que necesitara para barrer todo

donde había estado su antiguo Ha’tak y construirle un palacio digno, empleando

tecnología de punta y teniendo en cuenta un diseño goa’uld. Luego, un par de

segundos después, cuatro personas aparecieron frente a él. Ellos se miraron

entre sí y lo miraron a él.

—Osiris, Isis, Hathor, Set. Soy Korr, y he sido yo quien los

ha traído del mundo tau’ri a este lugar. También les he dado nuevos cuerpos,

espero que estos sean de su agrado —explicó Korr, mirándolos con expresión

serena.

Según un informe de la Leviatán, Isis estaba allí porque en

el futuro, Korr ordenaría una prueba de la nave del tiempo, y 00, a quien había

encargado para la tarea, creyó oportuno traerla a este tiempo para ser reunida

con su pareja Osiris.

—Set, traidor —dijo Osiris rechinando los dientes, mientras

Isis levantaba la mano para exigir calma. Osiris no sabía que Isis había

muerto, ni siquiera Isis sabía que había muerto, y en teoría, en realidad ella

no había muerto.

—¡Todos ustedes son traidores! —sentenció Korr. Osiris e Isis

habían planeado traicionar a Ra, solo que Set vio mejores beneficios al

traicionarlos a ellos y adelantó su propia traición. No era algo extraño entre

los Goa’uld—. Pero el tiempo ha pasado, y ahora Ra ha muerto, por lo que tienen

una nueva oportunidad de vivir —explicó Korr. Los cuatro lo miraron con el ceño

fruncido.

—¿Estás insinuando que sirvamos a un Goa’uld desconocido? —preguntó

Isis con un tono peligroso en su voz.

—¿Cuántas naves posees, y qué posición ocupas dentro de los

señores del sistema? —preguntó Hathor.

—¿Qué has hecho con nosotros? —preguntó Set. Osiris seguía

rechinando los dientes y no hizo preguntas.

—Poseo dos Ha’tak y esta nave insignia, la Leviatán. Puedo

ocupar la posición que me apetezca dentro de los señores del sistema, y lo que

les he hecho es curarles de su locura, tal como he hecho conmigo mismo. De ahí

esa sensación de poder pensar con claridad —explicó Korr.

—Parece que los señores del sistema son débiles en estos

días, no te necesitamos para hacernos un lugar entre ellos —declaró Osiris.

Korr sonrió.

—Cada señor del sistema tiene a su disposición un ejército

personal de al menos diez Ha’tak y cientos de señores menores como vasallos,

pero también hay que tener en cuenta que Ra ha muerto y poseía muchos recursos

y naves. Estos serán tomados por las fuerzas de los señores del sistema.

Además, ahora que Ra ha muerto, nadie podrá regular la creación de Ha’tak, y

los señores del sistema empezarán a acumular fuerzas para imponerse sobre los

demás —explicó Korr.

—¿Te atreves a burlarte de mí? ¿Por qué has dicho antes que

con dos Ha’tak podías ocupar un puesto entre los señores del sistema? —reprendió

Hathor. Korr sonrió.

—Las naves de los señores del sistema tardan tres años en

atravesar esta galaxia. Las mías tardan quince días —explicó Korr, y las

expresiones de los cuatro Goa’uld pasaron de ser enojadas a serias.

—¿Has descubierto nueva tecnología antigua? —preguntó Isis.

Korr asintió.

—Mis naves disponen de una fuente de energía superior —dijo

Korr sin explicar—. Sírvanme y serán ustedes los que comanden mis ejércitos y

administren mis planetas —ofreció. Los cuatro lo miraron con expresiones

indignadas.

—Una vez, Ra me obligó a ser su reina, y por ese insulto,

nunca le perdonaré. Ahora tú me ofreces ser tu sirvienta —dijo Hathor con un

tono de voz amenazador. Korr se encogió de hombros.

—Solo quería saber qué opinaban —comentó al tiempo que una

quinta persona apareció junto a ellos—. Este es Nerul, mi primer sirviente

goa’uld —dijo Korr. Nerul hizo una reverencia a él y otra a los demás goa’uld.

Era un hombre alto, 1,90m, con rasgos occidentales y piel mate.

—Él es un goa’uld joven y no ha sido contaminado por los

juegos de poder goa’uld. Creo que me conviene más que ustedes —explicó Korr.

Los goa’uld se alarmaron al entender lo que estaba pasando—. Así es, no tenía

ningún interés en ustedes, solo me preguntaba si los goa’uld mayores podían ser

rehabilitados. Sin embargo, veo que son una pérdida de tiempo y esfuerzo.

Vuelvan a dormir, quizás en unos miles de años más, los dejaré salir de nuevo —sentenció

Korr, y antes de que pudieran hablar, un rayo transportador los hizo

desaparecer y, al igual que sus invitados Wraith y Alteran, fueron almacenados

en la bodega.

Korr observó a Nerul de arriba abajo. Él llevaba una falda

egipcia para exhibir su cuerpo, al igual que Korr. Parecía que ambos se sentían

orgullosos de la apariencia de sus anfitriones.

—¿Qué te parecen tu nuevo anfitrión y tu equipo? —preguntó

Korr.

Nerul llevaba un kara kesh modificado para incluir un escudo

personal Alteran que funcionaba de forma automática y también tenía la

capacidad de sigilo.

—Agradezco los regalos, mi señor, pero ¿cuál es mi propósito

en tu imperio? —preguntó Nerul.

—Necesito un gobernador para los pueblos humanos. Hay que

construir ciudades e integrar nuestra tecnología en ellas, que no podrá ser

construida o reparada por sus habitantes. También servirás de administrador y

verás que se apliquen mis leyes. No permitirás que estudien nuestra tecnología,

pero no interferirás en su propio desarrollo de tecnologías.

»Por último, te encargarás de que se cree un sistema

económico estable con lo que deberás crear una moneda. No te preocupes por el

respaldo, poseeremos todos los servicios públicos, además de la producción de

carne. En las manos de los humanos estarán los cultivos y los recursos mineros,

en cuya producción y procesamiento usarán nuestra tecnología. Por lo tanto,

nuestro poder económico sobre ellos siempre será supremo y podemos establecer

todas las reglas.

»Sin embargo, concederás toda la libertad que consideres

oportuna, siempre que no afecte el sistema económico.

»En cuanto a tus privilegios y beneficios, tendrás todo el

poder en el planeta. Contarás con una nave Ha’tak para tu residencia,

protección y comodidad. Tendrás bajo tus órdenes a las fuerzas de seguridad

Jaffa, todos los sirvientes humanos que puedas mantener y que acepten servirte,

y un diez por ciento de todas las ganancias monetarias que obtenga la ciudad.

Por último, aunque no entiendas a qué me refiero en este momento, tendrás

acceso a internet.

»Te aseguro que este será tu mayor beneficio, pero tienes

prohibido revelar tu identidad allí. Usarás la identidad que te proporcionaré y

tendrás que seguir los protocolos de seguridad que enviaré a tu computadora

principal —explicó Korr. Nerul asintió en confusión.

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