Cherreads

Chapter 98 - Capítulo 26: El Precio de la Paz

El edificio presidencial estaba fuertemente custodiado. Apenas el auto se detuvo, una escolta de soldados escoltó a Ryuusei hasta el interior. La nieve caía con fuerza, pero dentro, el ambiente era cálido y peligroso por otras razones.

Lo condujeron a una sala privada. En el centro, el presidente lo esperaba. Un hombre imponente, con mirada fría, acostumbrado a decidir el destino de naciones con una sola orden.

—Ryuusei —dijo sin rodeos—. Quiero hablar contigo… a solas.

Rubosky asintió en silencio y salió, junto con los guardias.

El presidente caminó hacia él con paso firme.

—Has causado un revuelo. No solo por traer a Volkhov… sino por cómo lo hiciste. En el fondo, has cumplido. Y eso es lo que me interesa.

Ryuusei permaneció de pie, en silencio. No era temor. Era respeto.

—Quiero hacerte una propuesta —continuó el mandatario—. Quédate. Quédate en Rusia. Te daremos una nueva identidad. Serás ciudadano ruso. Un héroe invisible. Y trabajarás directamente para el gobierno. No necesitarás exponerte nunca más.

El silencio que siguió fue espeso.

Ryuusei bajó la mirada un segundo… y luego negó con la cabeza.

—No, señor.

El presidente alzó una ceja.

—¿No?

—No por falta de respeto. Pero no puedo. No vine a Rusia para servir a una nación. Vine a cumplir una promesa. Y ya lo hice. Pero tengo otros planes… uno que muchos considerarán una locura.

El presidente entrecerró los ojos.

—Habla.

Ryuusei dio un paso al frente, su voz se mantuvo firme, sin titubeos.

—No quiero formar parte de ningún ejército. Ni del suyo, ni de nadie. Quiero fundar algo nuevo. Quiero crear una era de paz. Tal vez dure cien años… tal vez trescientos. Pero será paz verdadera. No impuesta por armas, sino por unidad.

El presidente no habló. Solo lo observó.

—He visto lo peor del mundo, señor. Lo he vivido. Lo he sentido. Y por eso creo que podemos hacer algo distinto. No vine a dominar el mundo… vine a salvar lo que queda de él. Pero para hacerlo, necesito irme de Rusia. Libre.

—¿Y crees que puedes simplemente irte así como así?

—No —respondió Ryuusei con sinceridad—. Pero le estoy pidiendo algo más valioso que un permiso. Le estoy pidiendo fe. No en mí… sino en la idea de que todavía podemos cambiar las cosas.

El silencio volvió a reinar.

Finalmente, el presidente se sentó. Y por primera vez, lo miró no como a un agente peligroso… sino como a un joven que cargaba una esperanza demasiado pesada.

—Voy a pensarlo. Tienes dos días. No salgas del país sin autorización… pero tampoco serás encerrado.

Ryuusei asintió.

—Gracias, señor. De verdad.

—¿Y esa "nueva era de paz"? ¿Cómo piensas empezarla?

Ryuusei sonrió levemente.

—Ya la empecé… con una niña que solo quería una novela de cumpleaños y un muchacho que creyó en mí más de lo que yo mismo lo hacía.

Minutos antes de que Ryuusei y el presidente se encontraran cara a cara, los cuerpos inertes de Volkhov y Aiko fueron trasladados en una camioneta militar hacia una zona intermedia, no muy lejos del complejo presidencial, pero lo bastante apartada para evitar miradas curiosas.

—¿No que estaban muertos? —murmuró uno de los médicos al ver los rastros de sangre seca en la ropa de ambos.

—Sí, pero es raro… la piel está tibia —respondió otro mientras se acercaba con sus guantes quirúrgicos.

Aiko permanecía inmóvil, los ojos entrecerrados, mientras Volkhov sentía los latidos de su corazón acelerándose. Lo habían entrenado para fingir. Pero jamás para esperar tanto tiempo sin actuar.

Uno de los médicos tomó un bisturí. Se inclinó hacia el pecho de Aiko.

Fue entonces cuando todo estalló.

—¡Ahora! —gruñó Volkhov, abriendo los ojos de golpe.

De su abrigo, sacó una pistola oculta, diminuta, pero letal. Disparó dos veces con precisión quirúrgica. Las balas impactaron directamente en la frente de ambos médicos. Cayeron antes de poder gritar.

Aiko, por su parte, abrió los ojos con una frialdad aterradora. Ya tenía la mano sobre el mango de su katana. Se incorporó con un ágil giro, y de un solo tajo, cortó el cuello del conductor que estaba a punto de reaccionar. La sangre salpicó el parabrisas desde adentro.

—Tarde, como siempre —dijo Aiko con una sonrisa.

—Silencio, ahora no es momento para frases cool —le respondió Volkhov mientras arrastraban los cuerpos fuera del vehículo.

Pero no habían terminado.

Al menos tres soldados escucharon el escándalo desde un pequeño puesto de vigilancia cercano. Corrían hacia ellos.

Volkhov se escondió tras la camioneta, disparando sin piedad. Aiko se lanzó directamente contra uno, lo decapitó con precisión limpia, y utilizó el cuerpo como escudo para esquivar una ráfaga.

El segundo soldado ni siquiera llegó a disparar. Volkhov le clavó un cuchillo en la garganta, robado del cinturón del primero. El tercero intentó huir. Aiko se le adelantó y lo cortó por la mitad de la cintura.

—Eso fue ruidoso —dijo Volkhov, mientras su respiración se estabilizaba.

—Debemos movernos. Ya. —Aiko se agachó junto a uno de los soldados y empezó a quitarle el uniforme.

En cuestión de minutos, ambos estaban disfrazados con trajes militares rusos. Aiko incluso se recogió el cabello y se puso una gorra. Volkhov tomó una máscara vieja del compartimento trasero y se la colocó.

—Ya estamos dentro. Solo hay que pasar desapercibidos… y encontrar el maldito avión —dijo él, con los ojos encendidos de adrenalina.

—Y no morir en el intento —susurró Aiko mientras caminaban entre los árboles, dejando atrás el escenario ensangrentado.

Continuara...

More Chapters