Ya pasaron los dos meses, Omen y yo nos hemos vuelto más fuertes gracias al entrenamiento con Mugen. Él tenía una reunión importante con alguien, así que se fue con su caballo deseándonos buena suerte a ambos.
Era hora de acabar con los Bartolomeos, me dirigí junto con Omen en dirección a la ciudad principal de ellos: Wykyavik. Tenía planeado acabar con la ciudad entera, pero en el camino recordé la historia de Mugen. Él y su hermano fueron los únicos supervivientes de un ataque a su villa.
Cabalgaba mirando al horizonte pensando en lo que estaba a punto de concretar. Iba a destruir una ciudad y acabar con todos los habitantes, eso era justo lo que le causó el infierno a Mugen. Antes no me importaba poner fin a un pueblo, pero ahora dudaba por la historia que me contó mi amigo.
Miré hacia abajo por unos segundos y me decidí. No iba a asesinar a los residentes si no era estrictamente necesario. Acabaré con el jefe de los Bartolomeos y con Adavass sin involucrar a civiles en el proceso.
Mugen me habló sobre el sendero de la oscuridad y de que quería salvarme. Pero yo no necesitaba salvación, necesitaba retribuir a mi madre y destruir todo lo que queda de mi padre. O al menos, eso era lo que intentaba convencerme a mí mismo. En el fondo, me estaba empezando a interrogar si lo que estaba haciendo valía la pena.
Llegué a Wykyavik y caminé por las calles intentando encontrar una tienda de ropa, la que tenía puesta había quedado desgastada por el entrenamiento de dos meses. Encontré un local que me llamó la atención. Parecía vender ropajes de alta calidad.
-Bienvenido, tenemos vestiduras de todo tipo -me acogió el vendedor-. Se ve que usted es un luchador, tenemos ropas para todos sus gustos, venga a echar un vistazo.
Me paseé por la tienda buscando algo elegante y discreto. Me encontré con unas ropas que me interesaron: era una vestimenta color negro. Me serviría para ocultarme en las sombras y por las noches.
-Veo que le gusta lo ligero, esta tela es muy fina y resistente, es capaz de aguantar algunos ataques mágicos y cortes tenues. Además se vería muy bien en alguien como usted -me dijo el vendedor-.
Observé hacia abajo para darme cuenta de mi vestuario destruido y lleno de cavidades, por lo que sin demora decidí comprar.
-Me quedaré con esta -le exclamé al dependiente-.
-¡Excelente elección!, ¡solo serían unos 200,000 B (Binis)!
-¡¿200,000 B?! -grité con susto-.
Maldito viejo, eso era muy caro para estos ropajes. Estaba a punto de masacrarlo y robarme las prendas, pero me tranquilicé y le pagué el atuendo con mis ahorros de toda una vida robando dinero.
-¡Algún día este tipo me las pagará, literalmente! -pensé enojado con mi nueva indumentaria-.
Si quería acabar con el jefe de los Bartolomeos sin involucrar a los civiles, necesitaba obtener información, ni siquiera conocía el nombre del líder. Fui preguntando por las calles el nombre del superior de la familia Bartolomeo, pero nadie lo sabía. ¿Cómo rayos confiaban en él si ni siquiera lo conocían?
Al final acabé encontrando la mansión real de la familia, tenía unos guardias al frente. Los noqueé y vi sus recuerdos, ellos tampoco sabían el nombre del dueño de la casa, pero sí su localización. Al parecer se fue en un carruaje a una cueva a las afueras de la ciudad.
La situación es perfecta, si no se encuentra en este sitio puedo acabar con él sin que nadie se dé cuenta, era mi día de suerte. Me fui en dirección a la caverna no sin antes poner un sello de recuerdo en los guardias para que no me delataran.
Fui con Omen en dirección a la gruta, no tardamos mucho en llegar. La entrada era gigante y se veía muy oscura, así que cargué poder mágico y creé una pequeña llama para iluminar mi camino.
Estuve adentrándome en la cueva por lo que pareció una eternidad, sentía como cada paso que daba me sumergía más bajo tierra.
Noté que había antorchas en las paredes.
- ¡Que extraño!, al inicio de la cueva no había iluminación, pero en su interior sí hay -pensé confundido-.
Seguí caminando hasta avistar a varios guardias y a un hombre de unos cuarenta años observando una celda hecha de barrotes de hierro. Me acerqué sigilosamente a la cárcel y contemplé a hombres y mujeres desnudos con vendas en los ojos. Estaban atados de las manos y piernas. ¡Eran más de doscientos!
-¡Acaso!, ¡¿estas personas son las víctimas del tráfico humano?!
-Señor Palpatine, ¿cuánto tiempo más tendremos a estos esclavos aquí? Llevan en esta caverna más de lo normal, se ha estado retrasando la venta más de dos semanas -oí decir a un soldado-.
-No te apresures, la venta será en dos días, nos desharemos de esta gente en poco tiempo -respondió el hombre de mediana edad-.
Asumí que el jefe de los Bartolomeos era aquel hombre de cuarenta años llamado Palpatine, tenía una cicatriz en el ojo izquierdo y una mirada que lo distinguía de los demás. Estaba escuchando la conversación a escondidas cuando accidentalmente hice ruido pateando una roca que se encontraba en el suelo.
Palpatine solo volteó un poco la cabeza en mi dirección antes de pronunciar con voz intimidante:
-¡Sal de tu escondite, sabandija! ¡No me hagas perder más el tiempo!
No tenía razón por la que esconderme así que me revelé ante ellos.
El hombre con la cicatriz me echó una mirada rápida y siniestra.
-¡Guardias, atrápenlo! -pronunció con las manos en la espalda y posición firme-.
Tres reclutas se abalanzaron hacia mí intentando cortarme con sus mandobles. Esquivé sus ataques y los rajé en el pecho dejándolos tirados en el suelo.
Pensaba que eso bastaría para acabarlos, pero me sorprendí cuando se levantaron y ahora sin sus espadas se dirigieron a agredirme con sus puños.
Un guardia logró asestarme un golpe en el estómago, sentí el impacto en todo mi cuerpo y boté un poco de sangre por la boca.
-Se me había olvidado que los Bartolomeos son los más fuertes físicamente. ¡No puedo confiarme!, ¡estos tipos son muy duros! -pensé un poco agitado-.
No podía andarme con tonterías, utilicé una "bola de fuego" para quemarles y seguidamente los corté a la mitad con mi Etherius. Los soldados se desangraron mientras sus partes se quemaban en el frío suelo.
Palpatine me miró un poco intrigado y exclamó:
-¿Así que los guardias no pueden contigo, eh? No eres alguien normal.
Después de decir estas palabras desenvainó su espada y corrió en mi dirección para cortarme. Bloqueé con mi hoja su acometida, pero pude sentir la presión y el impacto a través de mi Etherius.
Palpatine tenía una fuerza descomunal, si me daba un ataque certero era hombre muerto. Luego de bloquear su asedio intenté punzarlo en el estómago, sin embargo lo sorteó hábilmente y me dio una patada en la cara que me hizo estrellarme contra la pared.
-Este tipo no era solo fuerte sino rápido -pensé sorprendido-. Si no fuera por el entrenamiento de Mugen actualmente estaría muerto.
-Mmm, eres un tipo muy resistente -pronunció Palpatine-. Es hora de acabar con esto.
Acometió contra mí para intentar rajarme la cabeza, pero activé "corriente de aire" para esquivar agachándome y seguidamente explotarle una "bola de fuego" directo en su vientre. La colisión lo alzó a gran rapidez contra el muro de la cueva.
-Eres... muy fuerte... eso he de admitirlo, pero no podrás con mi nuevo subordinado -dijo lentamente y con una sonrisa en su faz-.
Después de decir estas palabras un hombre apareció de las sombras. Mi cara se quedó pasmada al ver de quién se trataba, un sudor frío recorrió mi rostro mientras asimilaba lo que estaba viendo. ¡Era Mugen!
-Caleb, esperaba que el señor Palpatine acabara contigo para que no tuviera que combatir contra ti. Pero veo que no será posible, después de todo yo te entrené -dijo Mugen mirando al piso y con unos ojos que representaban tristeza-.
-¡¿Qué demonios haces del lado de Palpatine, Mugen?! -pregunté-.
Él no me respondió, me miró con unos ojos llenos de pena y me habló:
-Prepárate, voy a atacarte, ponte en posición de pelea.
Corrió contra mí y logró rozarme el rostro con su estoque, me siguió atacando sin parar mientras yo solo esquivaba sus tajadas.
-¡No quiero pelear contigo Mugen! -exclamé mientras esquivaba sus espadazos-.
Me dio un rodillazo en el pecho que me sacó todo el aire. Puse mis brazos en mi tórax mientas vomitaba sangre. No entendía nada, ¿por qué Mugen trabajaba con los Bartolomeos? Él era más fuerte que yo, ni siquiera con corriente de aire podría alcanzar su velocidad. Iba a perder.
-¡Tienes que atacarme Caleb, si no lo haces morirás! -replicó Mugen al ver que no lo agredía-.
-¡Si sigues insistiendo en combatir... tendré que matarte, imbécil! -respondí-.
Él se acercó velozmente a mí y me golpeó en la barriga con la empuñadura de su sable. Sentí un fuerte dolor en el abdomen. Esto iba en serio, si no lo atacaba, el que acabaría bajo tierra sería yo.
Sin más opción me levanté y empuñé mi Etherius.
El mundo pareció moverse a cámara lenta, corrí con "corriente de aire" y toda mi velocidad hacia la tripa de Mugen para intentar punzarlo y atravesarlo. Cuando mi hoja estaba a tan solo unos centímetros de tocarlo, se movió ágilmente a mi espalda y cargó un ataque para decapitarme. Esto era la misma técnica que usó en nuestro primer enfrentamiento. Con pesar le susurré:
-Lo siento mucho...
Mugen abrió los ojos con arrepentimiento y tristeza en ese momento, se había distraído. Con ligereza le perforé el pecho con mi hoja, su sangre salió a borbotones en mi cara y ropa negra. Mi atuendo se transformó en uno de color rojo carmesí por el sangrado de Mugen. Retiré mi hoja de su tórax y se desplomó hacia el suelo. Moribundo y con lágrimas en sus ojos me susurró:
-Lo siento tanto... Caleb. Supongo que la reunión... no salió como planeaba. -susurró con esfuerzo-.
-Agarró a mi prometida como esclava... y me aseguró que la liberaría si lo ayudaba. Si me rebelaba... jamás la volvería a ver. Todos los ciudadanos saben acerca del tráfico de humanos... pero deciden no hacer nada al respecto, ¡¿cómo es posible?!
-Lo siento mucho, lo sient-
Antes de que pudiera terminar su frase, dejó de respirar y su corazón se detuvo. ¿Acaso esto era una broma pesada? Mi amigo y maestro acababa de ser asesinado por mí.
¡No, no fue asesinado por mí, fue asesinado por estos desgraciados! Un sentimiento similar a cuando mi madre falleció brotó: tristeza que quemaba por dentro, pero además de eso venía acompañado de una creciente cólera que parecía no cesar. ¡Estos miserables habían cortado una de mis únicas conexiones, no los perdonaré por nada en el mundo, arderán en el infierno!
Me acerqué a Palpatine con mi espada Etherius y con una mirada maligna que trasmitía odio.
-Supongo que hasta aquí lleg-
Abruptamente lo atravesé en el cuello con mi Etherius, su asquerosa sangre brotó por todos lados y manchó aún más mis ropajes.
Salí de la cueva para dirigirme directamente hacia Wykyavik.
Apenas llegué, incendié la ciudad con llamas y empecé a asesinar a sangre fría a todo el mundo. Me reía maquiavélicamente mientras liquidaba a estos idiotas, JAMÁS HABÍA DISFRUTADO TANTO ACABAR CON VIDAS.
Todo mi equipaje y mis armas quedaron manchadas completamente de aquel líquido rojo, la urbe se quemaba y la gente gritaba de terror. Los guardias no eran suficientes para detenerme, mataba a todo el mundo sin excepciones. Los gritos solo cesaron cuando no quedó ni una sola alma con vida.
Salí de la ciudad para encontrarme con una pequeña cabaña a las afuera con una madre y un niño. La madre abrazó al pequeño para protegerlo. Yo solo alcé mi espada y arremetí con todo hacia abajo. Los partí a los dos a la mitad, se les salieron las tripas y los órganos internos.
¡Se lo merecen! ¡Todos ustedes sabían del tráfico de humanos y no hicieron nada para detenerlo, gracias a ustedes Mugen murió!
Esto era en lo que estaba destinado a convertirme: en un monstruo. Lo tenía más claro que nunca, debía acabar con todo lo que estuviera relacionado con mi padre. ¡Todos los que tengan que ver con él se pudrirán en las fauces del inframundo y arderán por toda la eternidad!