En algún rincón remoto de Siberia, donde ni los satélites más avanzados lograban captar señal constante, ocurrió una anomalía. El cielo se rasgó con un crujido sordo, como si el universo exhalara dolor.
Una figura emergió de la nada.
Oscura, silenciosa, con una presencia que alteraba la presión atmosférica. Nadie lo vio llegar. No hubo impacto, no hubo sonido. Solo una sombra que se deslizó por la nieve… y se desvaneció.
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Metrópolis, Torre de la Liga
—¿Estás viendo esto, Batman? —pregó Cyborg, ampliando la imagen holográfica frente a la mesa redonda.
—Sí —respondió el Caballero Oscuro, sin apartar la mirada de la distorsión captada por los sensores—. Lo mismo ocurrió en Gotham hace tres noches. Mis drones detectaron una anomalía térmica… y luego se desconectaron.
—¿Crees que sea un metahumano nuevo? —preguntó Diana, cruzando los brazos.
—No lo sé. Pero no me gusta.
—Podría ser una grieta dimensional —intervino Flash—. Con lo que pasó con Darkseid, no sería raro que algo… o alguien… haya entrado por error.
—Esto no fue un error —dijo Batman con tono frío—. Fue intencional.
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En Alguna Parte de la Tierra – Subterráneo Desconocido
Sung Jin-Woo permanecía inmóvil, de pie entre los restos de lo que alguna vez fue un complejo militar abandonado. Las sombras de su ejército susurraban sin voz, impacientes.
«Este mundo es diferente», pensó. «Pero la oscuridad… es igual en todas partes.»
Sus ojos violetas brillaron. Podía sentirlo: poder. Dioses caminando entre humanos. Criaturas que jugaban con la física y la magia sin saber el costo. Algo… o alguien… mantenía el equilibrio de esta realidad con hilos frágiles. Y él había llegado para romperlos… o sostenerlos.
«No hay Gobernantes aquí… pero hay entidades parecidas. Y los Monarcas… podrían venir detrás de mí si sienten esta brecha.»
Chasqueó los dedos.
Una sombra emergió del suelo como una serpiente de oscuridad. Igris.
—Observa. Aprende. Pero no intervengas aún —ordenó.
Igris asintió sin hablar y se desvaneció.
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Gotham – Dos Noches Después
Un asesinato ritual. Cuatro cuerpos colgados en posición invertida. No sangre. No huellas. Solo un símbolo grabado en piedra negra: un círculo dividido por una línea vertical. Extraño… incluso para los estándares de Gotham.
Batman estaba allí, analizando el rastro.
—¿Qué ves? —preguntó Constantine desde la entrada, encendiendo un cigarro.
—Nada. Esa es la parte que me inquieta. Cero rastros. Pero… no fue magia común. Esto es primitivo y, a la vez, antiguo. Como si la oscuridad misma hubiera hecho esto.
Constantine miró el símbolo, y su rostro perdió color.
—No puede ser…
—¿Qué sabes?
—Esto… esto no es de este plano. Es más viejo que el tiempo. Lo vi una vez, en un grimorio que se autodestruyó después de mostrármelo. Decía algo sobre “el Trono del Final”, una guerra entre entidades que no nacieron, sino que fueron hechos para matar a dioses. Monarcas, creo que los llamaban.
Batman lo miró fijamente.
—Entonces esto no es una amenaza común.
—No, viejo. Esto es algo que ni los infiernos van a querer pelear.
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Alguien Observa
Desde la cima de un edificio abandonado en Metrópolis, Sung Jin-Woo miraba las luces de la ciudad. Un enjambre de sombras danzaba a su alrededor como si fueran parte de su respiración. Cada noche aprendía más sobre este mundo. Cada noche confirmaba lo mismo:
Este universo tenía demasiadas puertas abiertas… y nadie cuidando las llaves.
«No soy un héroe. No necesito que me agradezcan. Pero no permitiré que este mundo sea destruido como el mío.»
La sombra de Beru apareció tras él.
—Mi rey, ¿debemos intervenir?
—Aún no. Que ellos luchen su guerra. Yo observaré desde la oscuridad.
Su mirada se desvió hacia el cielo, donde una grieta muy, muy sutil comenzaba a formarse.
Y por un instante… hasta los dioses de este mundo contuvieron el aliento.