La brisa cálida del Sanctum de la Exaltación acariciaba suavemente las calles y plazas, cargada con el aroma tenue del incienso flotando en el aire.
En uno de los corredores principales, Stelle esperaba, apoyada contra una de las columnas de mármol blanco.
Sus dedos tamborileaban impacientes contra su cinturón, su mirada perdida en la multitud.
Ni siquiera ella podía terminar de entenderlo, solo habían sido un par de días que no estuvieron juntos.
Entonces... ¿Por que se había sentido tan raro no tenerlo allí cerca?
Stelle continuó sumida en sus pensamientos hasta que lo vio.
Aleph se acercaba a paso tranquilo.
Pero la expresión en su rostro no era del todo buena.
¿Acaso la infiltración había ido mal? ¿Le habían hecho daño?
Stelle sintió que su corazón se apretaba un poco.
Sin pensarlo, camino hacia él.
"Aleph."
Él la vio acercarse y, por un segundo, sus ojos se volvieron brillantes pero rápidamente ese brillo se atenuó un poco.
Stelle sintió como si la estuviera mirando y al mismo tiempo como si no, como si su vista estuviera en un lugar mucho más lejano.
¿Que demonios le había pasado?
Stelle se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo.
Aleph titubeó solo un segundo.
Y entonces le devolvió el abrazo, enterrando su rostro en el hueco de su cuello.
Lo sintió temblar. Apenas.
"Bienvenido de vuelta." Susurró ella.
Él no dijo nada.
Pero apretó un poco más fuerte.
.....
Más tarde, reunidos en el vestíbulo de la Comisión de Administración de Territorio, el resto del grupo llegó.
7 de Marzo fue la primera en romper la tensión.
"¡Vaya, Aleph! ¿Qué te pasó? ¿Te peleaste con un espejo y perdiste?"
Sonrió ampliamente, tratando de devolver algo de ligereza al ambiente.
Aleph alzó una ceja pero no contestó.
7 de Marzo entrecerró los ojos con sospecha, pero prefirió dejarlo pasar… por ahora.
Welt Yang se acercó después, cruzando los brazos con calma.
"¿Te fue bien, Aleph?" Preguntó.
Aleph respondió con un simple asentimiento de cabeza.
....
No pasó mucho tiempo antes de que una figura familiar apareciera en la sala.
Fu Xuan.
"Han hecho un buen trabajo hasta ahora," Dijo mientras los miraba con una expresión calmada. "Pero no hay tiempo para relajarse."
La Gran Adivina alzó una mano.
Un mapa holográfico del área de la Comisión de Alquimia se desplegó frente a ellos, marcando varios puntos en rojo.
"Vengan. Hay un problema mayor que requiere su atención inmediata."
.....
Mientras caminaban hacia los muelles de la Comisión de Alquimia, Stelle se quedó ligeramente rezagada al lado de Aleph.
Lo miró de reojo.
Todavía parecía perdido, su cuerpo estaba presente pero su mente no.
"¿Qué te pasó allá afuera, Aleph?"
Pensó con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Se acercó y tomó su mano, la mirada distante en su rostro desapareció mientras le preguntaba que estaba haciendo.
Stelle no respondió nada, solo sostuvo su mano en silencio.
Aleph finalmente suspiro y la dejó hacer lo que que quisiera.
....
Muelles de la Comisión de Alquimia
El humo que surgía de los Crisoles no era normal, no olía a incienso ni a carbón.
Tenía un matiz agrio, casi dulce, como algo que se pudrió bajo el sol.
Fu Xuan se detuvo en la barandilla mientras los señalaba.
Varios de ellos ya mostraban grietas por la presión interna, y un humo espeso se derramaba como una niebla.
"Estos crisoles." Comentó, girándose hacia ellos.
Pasó su mano por el aire.
Una proyección holográfica apareció, mostrando la estructura molecular del humo.
"Originalmente en tiempos de antaño fueron usados por la Comisión de Alquimia como parte de un proyecto para extender la vida de los habitantes de Xianzhou, pero con el tiempo se corrompieron y comenzaron a querer más... vida eterna, lo mismo que los adoradores de la Hacedora de Plagas. Este humo acelera la corrupción del Mara. Lo que antes era un riesgo natural en ciertos entornos... ahora ha sido perfeccionado. Por ahora esto es lo único que puedo decirles sobre ellos."
Fu Xuan cerró el puño.
"Sanctus Medicus ha desarrollado pastillas que replican los efectos de este humo. No es necesario estar en contacto directo."
7 de Marzo frunció el ceño.
"¿Entonces nos estamos enfrentando a... a algo como bombas de humo creadoras de zombies?"
"Sí y no."
Fu Xuan se volvió hacia ellos, su mirada dura.
"Su tarea es clara, desciendan. Apaguen los crisoles. Eliminen a todo aquel que intente impedirlo. Como forasteros, la corrupción no debería afectarlos, es por eso que su ayuda es imprescindible."
Todos intercambiaron miradas incómodas.
Tingyun, que hasta ahora había permanecido en silencio, alzó una mano.
Fu Xuan la miró la miró languidamente.
"Tú eres libre de decidir."
7 de Marzo la miró.
"Tingyun, no deberías arriesgarte."
Tingyun soltó una risa ligera.
"Soy su guía, ¿recuerdas? No pienso dejarlos solos a medio camino. Donde vayan, iré."
7 de Marzo se acercó y le dio un golpecito amistoso en el hombro.
"Así se habla."
.....
Un ascensor los llevó hasta los niveles inferiores.
Cuando las compuertas se abrieron, un miasma denso y casi sólido los golpeó en la cara.
"¡¿Y esto no nos va a afectar?!" Chilló 7 de Marzo, tapándose la nariz.
Aleph, que había que había permanecido en silencio la mayor parte del viaje, pronto se adelantó.
Corrió y saltó directamente al banco de humo, extendiendo ambos brazos como si fuera a abrazarlo.
"¡¿Aleph?!" Gritó 7 de Marzo, sorprendida.
Desde dentro de la niebla, la voz de Aleph sonó.
"¡Hoy, el humo es mío!"
Una corriente de viento nació a su alrededor, formando un remolino que comenzó a concentrar todo el humo en un solo punto, alejándolo de los crisoles.
"¡Rápido!" Gritó Aleph, su voz extrañamente alegre. "¡Encárguense de los crisoles! ¡Yo me ocupo del resto!"
7 de Marzo se sujetó la cabeza.
"¡¿Es en serio?! ¡¿Acaso puedes estar un segundo sin absorber algo raro?!" Grito 7 de Marzo.
"¡¿Sabes cuánta energía estás inhalando, lunático?!" Dijo mientras reprimía a la fuerza un grito de frustración. "¡Esa cantidad es demasiado peligrosa!"
La respuesta de Aleph llegó poco después.
"¡La única cantidad peligrosa es cero!"
Mientras se tambaleaba, riéndose como si hubiera contado el mejor chiste de su vida, el equipo se dispersó.
....
Discípulos de Sanctus surgieron de las sombras, armados con lanzas ornamentales y talismanes.
Welt cubrió los flancos, asegurándose de que nadie pudiera sorprenderlos.
Stelle y 7 de Marzo se encargaron del primer crisol, enfrentándose a dos discípulos que protegían la estructura.
Aleph, en su estado "feliz", bailaba entre los ataques enemigos, desviándolos con ráfagas de viento, golpes de bate o magia elemental.
Stelle, mientras luchaba, echaba miradas de reojo a Aleph cada vez que podía permitírselo.
Soltó un suspiro de alivio al ver que no estaba en la misma situación que durante el interrogatorio.
Un Aleph completamente enloquecido no sería lo mejor en esta situación.
....
Finalmente, dos crisoles fueron apagados.
El humo comenzó a disiparse lentamente en los bordes del muelle.
Pero la calma no duró mucho.
Una nueva presencia, poderosa y pesada como una ola de plomo, descendió sobre ellos.
Una figura flotaba sobre el último crisol, su vestido verde ondeando como algas en el agua.
Llevaba una venda negra sobre sus ojos.
Su rostro era sereno, pero la sensación que emitía era todo menos esa.
Y junto a ella, dos guardianes de aspecto bastante tosco, discípulos de Sanctus aumentados hasta parecer gigantes.
Stelle sintió cómo el ambiente se tensaba como una cuerda a punto de romperse.
Al mirar a su lado, vio que Aleph se había quedado completamente inmóvil.
Sus manos, aún brillando con restos de hielo, temblaban ligeramente.
Su rostro era una máscara neutral.
Pero sus ojos...
No eran algo bonito de mirar.
******
El silencio fue absoluto durante un latido.
El vestido de Dan Shu flotaba como un fragmento de jade sumergido en el agua.
Sus pies no tocaban el suelo, parecía más un espíritu que una persona.
"Así que lograron apagar los crisoles."
A su alrededor, un humo verde residual se agitaba, casi como si la reconociera.
Su voz, cuando habló, fue tan suave como la primera nevada del año.
"Aleph... creí haberte dicho que no me buscaras."
No eran burlas lo que contenían sus palabras.
Era... tristeza.
Una ternura cargada de pena.
Los gigantes que la escoltaban se adelantaron, alzando sus enormes lanzas.
Sus cuerpos parecían deformados por mutaciones, como si la Abundancia hubiera germinado en su carne más allá del control humano.
Welt dio un paso al frente.
"Prepárense."
Aleph no se movío, solo miró a Dan Shu en silencio, su vista aunque fija en ella parecía estar mirando a alguien más.
Stelle lo miró de reojo.
Sus puños estaban apretados con tal fuerza que los nudillos se veían blancos.
"Aleph..." Susurró, pero no obtuvo respuesta.
Entonces Dan Shu habló de nuevo.
"¿Por qué luchan? ¿Por qué pelean tan desesperadamente contra aquello que podría liberarlos de la muerte y el dolor atados a la vida mortal?"
Su venda negra ocultaba sus ojos, pero no la tristeza en su voz.
"Vida sin muerte. Unión sin final. ¿No es eso mejor que el ciclo de pérdida que tanto adoran?"
"¡No, gracias! ¡Prefiero envejecer antes que convertirme en musgo ambulante!" 7 de Marzo gruñó. "¡Ademas las personas naturalmente hermosas envejecen como el buen vino, El Sr. Yang y Himeko son la prueba!"
Welt se llevó una mano a la cara.
"Marzo ¿Es este un buen momento para decir cosas como esa?"
Dan Shu soltó una risita suave.
Pequeña. Casi melancólica.
Y con un gesto de su mano, los gigantes atacaron.
******
Stelle y 7 de Marzo se lanzaron contra uno de los guardias.
Era como golpear una muralla viva, su piel era demasiado duradera.
Welt se ocupó del segundo, usando ataques a distancia para romper su defensa poco a poco.
Ni siquiera parecía necesitar esforzarse contra un enemigo como ese.
Aleph finalmente se movió.
Pero su avance hacia Dan Shu no era una carga furiosa.
Era más como algo hecho a medias, parecía muy distraído.
Cuando Dan Shu estaba a solo un paso de distancia el ataque de Aleph vaciló.
Y ese instante casi le costó todo.
La lanza de uno de los gigantes pasó rozándole, y solo gracias a una reacción automática logró apartarse a tiempo.
Stelle gruñó, partiéndose del grupo para cubrir su flanco.
"Aleph, ¡Concentrate de una vez!"
Su grito lo atravesó como una cuchilla.
Aleph cerró los ojos un momento, suspirando con fuerza, obligando a su mente a centrarse.
No, Dan Shu no era ella. Debía olvidarse de ese estúpido pensamiento.
Era la enemiga.
Algo que todavía vibraba en su interior lo empujaba a pensar lo contrario.
A querer abrazarla.
A querer dejarse caer y dormir, dejar de luchar.
Pero no.
No esta vez.
...
El combate se intensificó.
Dan Shu, aunque no participaba activamente, manipulaba los movimientos de sus guardiaa con unos pocos gestos.
Una sinfonía de control absoluto.
Finalmente, uno de los gigantes cayó ante el asalto combinado de Stelle y 7 de Marzo, cubierto de cortes y marcas de hielo.
El segundo tambaleó bajo los ataques coordinados de Welt y Aleph.
Cada hechizo, cada golpe elemental, cada descarga de poder era lanzado de lado a otro con una furia bestial.
Finalmente, con una explosión de energía, el segundo gigante cayó.
[
Dan Shu quedó sola.
Su vestido flotaba como la única mancha de color en medio del campo de batalla destruido.
Aleph se acercó, tambaleándose levemente, con un gesto de su mano numerosas pilares de hielo brotaron del suelo golpeando despiadadamente a Dan Shu.
Ella inclinó ligeramente la cabeza, como si pudiera verlo en toda su miseria.
"No sientas lastima o tristeza por mí, Aleph."
Su voz fue apenas un susurro, algo que sólo quería que fuera escuchado por él, palabras que extraños no tenían por que saber.
"No era odio lo que sentía. Era compasión. Lástima… por lo que nunca comprenderías. Me he estado preguntado una cosa desde que nos separamos aquella noche... Si me hubieras conocido a mi primero en lugar de los lacayos de La Cacería... ¿Te hubieras quedado a mi lado?"
Ella extendió la mano.
Por un instante, Aleph casi... casi la tomó.
Pero entonces la vio.
Vio no a Dan Shu, sino a ella.
Y la imagen se desmoronó como un castillo de arena.
Aleph apretó los dientes, su cuerpo tembló un poco.
Golpeó.
No para matar.
Solo para detenerla.
El golpe la lanzó hacia atrás, haciéndola caer de rodillas.
Dan Shu rió, débilmente, no parecía ser lo que ella había estado esperando.
"El Árbol de Ambrosía... nos traerá cuerpos inmortales... eso fue lo que nos dijo, Panthylia... nosotros, discípulos de Sanctus Medicus hemos cumplido nuestro deber… ¿Por qué tú...?"
Finalmente cayó hacia adelante sin fuerzas.
[Maestro… estás temblando.]
Aleph respiró hondo.
No podía negarlo.
.....
El eco del cuerpo de Dan Shu cayendo al suelo todavía parecía flotar en el aire.
Nadie se movió durante unos segundos.
Especialmente Aleph.
El viento marino que soplaba desde los muelles era denso, cargado de humedad… y de algo más.
Algo que hizo que el vello en la nuca de Aleph se erizara.
Fue entonces que ocurrió.
Unos pasos resonaron.
Tingyun avanzó lentamente, saliendo de entre el grupo.
"¿Tingyun?" La voz desconcertada de 7 de Marzo se escuchó.
Sus movimientos eran diferentes.
No había en ellos la gracia usual de la raposiana que conocían.
En su lugar ahora había un andar que exudaba arrogancia en cada pisada.
Aleph, Stelle y Welt se tensaron automáticamente.
7 de Marzo, confundida, bajó su arco un poco.
"Tingyun… ¿estás bien?"
La raposiana sonrió.
Fue una mueca torcida y cruel, como la de alguien que saborea el final de una buena broma que solo ella entendía.
"¿Tingyun?" repitió 7 de Marzo, su voz quebrándose un poco.
La raposiana inclinó la cabeza con teatralidad, como si saboreara el momento.
"¿Tingyun...?" Repitió, imitando el tono de 7 de Marzo en una voz cantarína. "¿De verdad creyeron que esa pequeña criatura sería capaz de mantenerse en pie tanto tiempo en este desastre?"
Welt dio un paso adelante, su mirada endurecida.
"¿Quién eres?"
La figura soltó una risa breve, completamente ajena a la personalidad de Tingyun.
Entonces, su cuerpo pareció vibrar.
No en el sentido literal, no era una ilusión de cambio físico, sino más bien como si algo... bajo la piel... se hubiera despertado.
La energía que exudaba cambió de golpe.
Pasó de ser la calidez viva de Tingyun a un frío cortante, una presión aplastante.
Una sensación de Destrucción en su forma más pura, fue lo que pudieron sentir tanto Stelle como Aleph.
Era una sensación tan familiar que ninguno de los dos podría haber olvidado aunque quisieran.
Después de todo... Ambos habían sido vistos por él.
"Devastador..." Murmuró casi sin voz.
La impostora, ya sin molestarse en ocultarlo, hizo una reverencia burlona.
La atmósfera se volvió insoportablemente pesada.
"No puede ser..." Murmuró Stelle.
"¿Desde cuándo...?" Susurró Welt.
"Desde el principio." Contestó Panthylia, como si leyera sus pensamientos. "Desde antes de que supieran siquiera que había un juego en marcha."
Extendió su mano.
Un Discípulo de Sanctus caído, tendido en el suelo, empezó a retorcerse.
Sus huesos crujieron de manera inhumana.
Su piel se agrietó, dejando escapar un resplandor enfermizo de luz verde y púrpura.
El cuerpo entero fue tragado por una marea de llamas esmeralda... y cuando las flamas se disiparon, en su lugar quedaba un soldado de la Legión Anti-materia.
Panthylia chasqueó los dedos con satisfacción.
"Un uso mucho mejor que como esos sacos de carne inútiles que solían ser, ¿no creen?"
Mientras hablaba, repitió el proceso con otros cuerpos caídos, Dan Shu no fue una excepción.
Cada uno de ellos convertido en carne de cañón para la Legión.
Aleph dio un paso al frente.
Pero Panthylia levantó un dedo.
"No tan rápido, mocoso."
Su sonrisa era pura malicia.
"No sería divertido acabar todo aquí... todavía no he terminado de jugar."
Y con esas palabras, su cuerpo comenzó a fracturarse en miles de pequeñas esferas de fuego verde-amarillo-azul.
El viento las arrastró hacia las aguas lejanas.
La última que quedó atrás fue su risa.
Ligera.
Insoportable.
Y su voz, flotando entre las olas.
"Diviértanse jugando... Y no olviden exterminarlos."
La presión se desvaneció de golpe, como si la atmósfera misma exhalara de alivio.
Pero el daño ya estaba hecho.
Frente a ellos, los nuevos soldados de la Legión rugían, sus cuerpos deformados por la corrupción.
La misma estructura de los muelles parecían temblar bajo su presencia.
Aleph sintió una furia pura, helada, reptar por sus venas mientras veía lo que había hecho Panthylia.
... Tal vez solo Cocolia había logrado hacerle sentir una ira mayor a la que sentía en este instante.
******
Los rugidos de los nuevos engendros de la Legión Anti-materia resonaban en el muelle.
Stelle, 7 de Marzo y Welt reaccionaron de inmediato, formando un triángulo defensivo.
Aleph, en cambio, permaneció quieto.
Su mirada estaba fija en el lugar donde Panthylia había desaparecido.
7 de Marzo alzó su voz, apuntando con su arco hacia las bestias.
"¡No hay tiempo para deprimirse! ¡Si esos bichos llegan a la ciudad, va a ser un desastre!"
No hubo respuesta inmediata.
Finalmente, Aleph habló en voz baja.
"Lo sé."
En su voz no había miedo ni tristeza.
Solo una sensación de molestia, ira y deseo de batalla.
Giró el rostro hacia ellos.
Y sonrió.
Pero no era su sonrisa usual.
Era una sonrisa afilada, peligrosa.
"Tch. Solo por que mi humor se bajo un poco parecen haber comenzado a subestimarme." Dijo, su tono era bastante calmado. "No pienso dejar que pasen."
El aire a su alrededor comenzó a cargarse.
Oni emergió bajo su llamado, encendiendo su arma de guerra con un rugido gutural.
Nappea flotó a su lado.
Incluso Jack Frost saltó al frente, con una expresión bastante alegre.
Aleph caminó hacia los enemigos.
Hizo estiramientos ligeros mientras se movía.
Y cuando los primeros engendros de la Legión cargaron hacia él…
Aleph los recibió de frente.
Esquivó un zarpazo, y con una velocidad mayor a la que habían visto la última vez, plantó su puño en el pecho de la criatura.
La explosión de energía que siguió hizo que la cabeza de la criatura se partiera en pedazos como si fuera un juguete de plástico.
Otro monstruo se lanzó hacia él, pero Oni lo interceptó, su garrote término aplastándolo contra el suelo.
Nappea invocó vientos cortantes, y Jack Frost congeló a varios en un parpadeo.
Stelle, Welt y 7 de Marzo no se quedaron atrás, limpiando a los que lograban escapar del campo de los demonios de Aleph.
Era un torbellino de furia, frío y sistemático.
Cada golpe que Aleph lanzaba, cada hechizo, cada impacto, sin una pisca de emoción.
Por cada enemigo que caía, Aleph se preguntaba en silencio.
"¿Cuanto más va a tardar esto? ¿Podre alcanzar a Panthylia a tiempo si esto sigue así?"
...
Cuando el último de los engendros cayó, el silencio que siguió fue espeso como brea.
Aleph fruncio el ceño mientras sus demonios se desvanecian regresando a su estado almacenado.
Sangre negra goteaba de su puño.
Su chaqueta estaba desgarrada en varios lugares.
Welt bajó lentamente su arma, observándolo en silencio.
Stelle dio un par de pasos hacia él, pero se detuvo.
7 de Marzo frunció el ceño, sin entender por qué estaba actuando tan extraño desde que había regresado de su misión.
Burroughs rompió el silencio con suavidad:
[Maestro, ya he detectado el lugar donde fue Panthylia. Pero necesitará un Astroesquife para llegar.]
Aleph soltó una risa seca. Mientras sentía ganas de golpear algo.
¿Y ahora de donde iban a sacar a alguien que sepa manejar un Astroesquife?
Miró hacia el horizonte donde Panthylia había desaparecido.
"Tch." Chasqueo la lengua, tendría que preguntarle a Fu Xuan.
**********
La brisa de Xianzhou estaba impregnada de sal y humo.
Dan Heng la respiró sin prisa mientras descendía del Astroesquife junto a Sushang y Luocha.
Sushang ajustó la funda de su espada y se giró hacia Dan Heng.
"¡Fue un honor viajar contigo, Dan Heng! ¡Espero que nuestras sendas se crucen otra vez!"
Dan Heng asintió con cortesía.
A su lado, Luocha sonrió suavemente.
"Fue una experiencia educativa. Espero que no te metas en problemas mayores… aunque tengo la ligera impresión de que eso sería pedir demasiado."
Dan Heng entrecerró los ojos apenas.
Pero por educación, guardó silencio.
Cuando Luocha se marchó tranquilamente por otra ruta, Sushang se volvió para seguir su camino, pero justo antes, miró sobre su hombro.
"¿Y tú, Dan Heng? ¿Qué harás ahora?"
Sushang frunció el ceño y escaneó el muelle con la mirada.
Dan Heng ya no estaba.
"¡¿Eh?! ¡¿Se fue sin despedirse?! ¡¡Qué grosero!!"
Cruzó los brazos con un mohín indignado mientras el sonido de sus pisadas resonaba en el aire vacío.
"¡Y yo que me esforcé tanto en ser una buena compañera! ¡Hmph!"
...
Dan Heng se deslizaba ágilmente entre los callejones de la Comisión de Alquimia.
El zumbido del puerto flotaba a lo lejos, pero él ya no lo oía.
Tenía cosas más importantes en las que pensar.
Sin detener su avance, su mente repasó las últimas jornadas.
Y todo el calvario que fue intentar escapar a la menor distracción.
Recordaba con irritación un cierto momento en específico.
Había logrado despistar a Sushang en el mercado, había doblado cinco esquinas, atravesado dos callejones estrechos y estaba seguro —completamente seguro— de que no lo seguían.
Hasta que, de la nada, Luocha apareció de entre la multitud como un espectro, cargando un paquete de medicinas.
"¿Te perdiste?" Había preguntado con una sonrisa inofensiva, ese tipo era malvado, el estaba seguro de ello.
Dan Heng solo pudo asentir en silencio dejando que lo escoltaban de vuelta como si fuera un niño extraviado.
Y esa fue solo una tantas veces.
Suspiró, resignado.
"Sushang es como si el Universo hubiera mezclado a 7 de Marzo, Stelle y Aleph en una sola persona hiperactiva, imprudente y capaz de meterse en líos simplemente existiendo."
Sintió un escalofrío recorrerle la espalda con solo pensarlo.
"Y Luocha es como una versión de descuento del Sr. Yang... pero mucha más irritante."
En resumen, había sido una experiencia que preferiría enterrar en lo más profundo de su conciencia.
Ahora que por fin se había librado de ellos, no pensaba desperdiciar ni un segundo.
Sus pasos lo llevaron hacia los muelles más profundos.
Tenía que encontrar pistas de sus compañeros.
El suelo bajo sus pies tembló ligeramente con cada paso que daba, acompañado por el crujido de la madera del muelle.
La bruma, densa como casi sólida, cubría el mar hasta donde alcanzaba la vista.
Un murmullo.
Un temblor en el aire.
Algo, a lo lejos, aguardaba.
Dan Heng suspiró mientras cerraba sus ojos por unos momentos antes de avanzar.
Algunas deudas no desaparecen.
No importa cuán lejos huyas.
....
El eco de sus pasos era casi el único sonido en el muelle.
Dan Heng caminaba con determinación, su de Lanza apoyado contra su hombro, mientras sus ojos escaneaban las cicatrices de la batalla reciente.
Astillas de madera chamuscada.
Trozos de armaduras y crisoles rotos.
Y sangre, no roja.
Sino negra, como tinta derramada.
"Aquí fue..."
Pensó, observando los rastros que se extendían como raíces podridas sobre el suelo.
Caballeros Nimbus patrullaban el área, asegurando las estructuras dañadas.
Dan Heng se acercó a uno de ellos, intercambiando apenas las palabras necesarias para no levantar sospechas.
Fu Xuan y los otros... habían partido hacia el Desfiladero de Escamas.
Un hogar de memorias amargas.
Dan Heng apretó los dientes.
El nombre solo bastaba para despertar el zumbido adormecido de antiguas emociones enterradas bajo años de frío autocontrol.
...
Mientras avanzaba, algo cambió.
Una neblina pálida empezó a descender, como si el mar exhalara un lamento.
Era espesa, y opaca, imposible de ver a más de unos metros.
Y entonces los vio.
Sombras.
Siluetas.
Figuras altas y esbeltas, de color azul, por su simple forma era fácil saber que eran Vidyadhara.
No hablaban directamente.
Pero sus palabras, susurros arrastrados por la bruma, llegaban igual.
"Prometiste protegernos..."
Cada palabra era tan afilada como un cuchillo.
"Nos condenaste a la deriva..."
Y golpeaba cada punto vital con precisión.
"Inhibitor Lunae..."
Dan Heng se detuvo en seco.
Su puño apretó la lanza con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
"No son reales." Susurró en su mente, como un mantra para tratar de hallar la calma perdida.
"No son reales." Pensó un vez más mientras trataba de ignorar sus palabras.
"No soy él."
Avanzó.
Las siluetas se disolvieron al tocarlas, como humo al viento.
La niebla se espesaba, la visión se cerraba más.
Cada paso lo alejaba del puerto seguro de la Comisión de Alquimia.
Cada paso lo acercaba al peso de un pasado que ni siquiera había vivido, pero que el mundo parecía empeñado en devolverle a la fuerza.
...
Finalmente, en el borde de los muelles, entre las columnas rotas de lo que alguna vez fue una plataforma ceremonial, encontró lo que buscaba.
Un Astroesquife.
Medio sumergido, pero todavía funcional.
Dan Heng se subió sin dudar.
Encendió los sistemas.
La nave vibró bajo sus pies, sacudiendo el agua estancada, abriéndose paso a través de la niebla como un cuchillo atravesando la carne sin mucho esfuerzo.
Sus ojos no pestañeaban.
Solo un objetivo brillaba en su mente.
Llegar al Desfiladero de Escamas.
Y enfrentar, de una vez por todas, lo que el cielo y la tierra parecían haber decidido que nunca podría dejar atrás.
*********
El Astroesquife avanzaba cortando la niebla.
Dan Heng, de pie sobre la cubierta, sentía cómo la bruma pesaba sobre su piel como plomo derretido.
El Desfiladero de Escamas surgió ante sus ojos.
Un santuario hecho de roca esculpida, desgarrado por grietas profundas como heridas mal cerradas.
La energía aquí era densa, y contaminada.
Desde lo alto de una de las plataformas rotas, dos figuras los esperaban.
Una, elegante y serena, con una sonrisa que parecía siempre estar presente en su rostro.
Kafka.
La otra, de postura agazapada, como una fiera a punto de saltar.
Blade.
Dan Heng ajustó el agarre de su Lanza.
La presión que irradiaban era sofocante.
Y entonces, Blade habló, su voz resonó, como un trueno en medio de una tormenta.
"¡Llegaste!"
Sus ojos brillaban con furia y algo parecido a la alegría.
"¡Es hora de pagar el precio!"
Bajó de un salto, aplastando las piedras bajo sus pies al aterrizar.
Blade rió de forma rasposa, extendiendo los brazos como un profeta de la violencia.
"¿Crees que un nuevo rostro y una nueva identidad pueden borrar tu pasado?"
Dan Heng cerró los ojos un segundo, un suspiro escapó de su boca.
Y cuando los abrió, su mirada era tan afilada como el filo de su lanza.
"Te lo he dicho antes a ti y a esa mujer. No soy quien buscas."
Su voz era baja, sin ninguna emoción aparente, pero vibraba con una furia apenas contenida.
"Soy Dan Heng."
Blade soltó una carcajada.
"¿Dan Heng? ¡¿Crees que cambiando de identidad puedes escapar de tus pecados?!"
Su tono se volvió casi febril.
"¡No! ¡Tienes que conocer el dolor! ¡Tienes que morir, y renacer, y morir otra vez hasta que comprendas!"
Dan Heng no respondió.
Su lanza giró en su mano.
Con una carcajada Blade se lanzó al ataque. Sus movimientos eran rápidos.
Dan Heng apenas lograba bloquearlos con su lanza. No fue suficiente.
Pronto fue arrojado al suelo.
La tensión en el aire era sofocante, la sonrisa de Blade creció, sus ojos miraban con deleite a Dan Heng levantándose de suelo.
"Si, así es. Levantate, no vuelvas aburrido esto." Levantó su espada, listo para continuar con el asalto.
"¡Detente!"
Una sombra cruzó el cielo.
Un joven de cabello rubio, vestido con ropajes blancos y azules, descendió sobre el lugar.
Yanqing aterrizó entre Dan Heng y Blade, con una espada en la mano, las chispas volaron mientras su espada interceptaba la de Blade.
"No permitiré que derrames sangre inocente en Xianzhou, prófugo."
Blade soltó un bufido despectivo.
"¿El perrito faldero de Jing Yuan se atreve a hablarme así?"
Yanqing tensó su postura.
Pero entonces sus ojos se entrecerraron al mirar a Dan Heng.
Una chispa de reconocimiento cruzó su rostro.
"¿Tú...?"
Dan Heng evitó su mirada.
No dijo nada.
Blade rió aún más fuerte. Pronto arrojó su espada encajandola en el hombro de Dan Heng, quien acababa de levantarse.
"¿De verdad piensas defenderlo, niño? ¿Sabes a quién estás protegiendo?"
Extendió su brazo hacia Dan Heng.
"¡Ese hombre no es quien crees! ¡Él es un criminal! ¡Un traidor! ¡Un monstruo escondido bajo piel de cordero!"
Yanqing frunció el ceño.
El agua surgió del suelo elevando la figura de Dan Heng, la espada de Blade cayó al suelo.
"¿De qué estás hablando?"
Blade abrió los brazos, con una gran sonrisa adornando su rostro mientras caminaba lentamente hacia donde había caído su espada.
El agua que cubría el cuerpo de Dan Heng se elevó en la forma de un majestuoso dragón, ascendió al cielo, y pronto bajó.
Hundiéndose en el pecho de Dan Heng con un resplandor segador.
"¡Él es el renegado! ¡El que desafió al propio Xianzhou! ¡El que fue exiliado!"
Dos cuernos verdes crecieron en su cabeza, su cabello negro, ahora largo, se sacudía suavemente con las corrientes del viento mientras flotaba.
El Dragón de agua rodeaba su figura iluminada por un resplandor dorado proveniente del orbe en su mano.
"¡Él es Inhibitor Lunae!"
El nombre cayó como una piedra en un estanque.
La bruma misma pareció estremecerse.
El agua del mar circundante tembló, dando bienvenida a su llegada.
Yanqing dio un paso atrás, sorprendido.
"No puede ser... Tú..."
Señaló a Dan Heng.
"¿Cómo alguien como tú se atreve a pisar Xianzhou de nuevo?"
Dan Heng no respondió.
No había necesidad.
Yanqing tragó saliva.
Su espada descendió lentamente.
"…No importa."
Sus ojos se endurecieron.
"Si eres un criminal... ¡te llevaré ante la justicia!"
Blade sonrió.
Una sonrisa de pura dicha.
"Así es..." Murmuró.
"Así es como debes lucir cuando caigas."
....
El rugido de la batalla sacudió el Desfiladero de Escamas.
El Dragón de agua que envolvía a Dan Heng se enroscaba en el aire, su cuerpo destellando como relámpagos entre la niebla.
Frente a él, Blade, con su sonrisa demente, se abalanzó sin temor.
Espadas contra corrientes.
Sangre contra memoria.
La lanza de Dan Heng se movía como un río... clara, fluida e imparable.
Cada golpe suyo dejaba una réplica, un eco de aquel que habían expulsado.
Una muestra de que no se dejaría aplastar.
Cada embestida de Blade, en cambio, era frenética, como un grito furioso, lleno de rabia que no parecía tener limites.
Yanqing intentó unirse al combate, sus espadas bailando como estrellas fugaces.
Era rápido.
Agudo.
Pero no suficiente.
Ni para Dan Heng.
Ni para Blade.
Ambos lo repelían sin esfuerzo, como si no hubiera cavida para que un niño intentando intervenir se metiera en su contienda.
Yanqing gruñó frustrado, sus ojos ardiendo de rabia.
"¡No se atrevan a subestimarme!"
Gritó, lanzando una tormenta de espadas.
Por un momento, parecía que podría impactar.
Pero Blade apenas se movió.
Con un golpe de su espada, desvió todas las hojas voladoras.
"Molesto."
Murmuró, sin siquiera dedicarle una mirada.
Blade arremetió contra Dan Heng otra vez.
Esta vez, las armas chocaron con tal fuerza que el agua del mar cercano se alzó en columnas hacia el cielo.
Dan Heng gruñó.
No podía seguir así.
No mientras Blade peleara como si no tuviera nada que perder.
No mientras Yanqing estorbara intentando jugar a ser héroe.
Iba a terminar mal.
Para todos.
Antes de que el siguiente choque pudiera ocurrir…
Una melodía invisible flotó en el aire.
Suave.
Controladora.
Los envolvió y se aferró a sus cuerpos como si fueran los hilos y ellos las marionetas.
Las piernas de todos —Dan Heng, Blade y Yanqing— se entumecieron.
Una fuerza sutil los inmovilizó en el lugar.
Sus armas cayeron, o fueron detenidas a mitad de un golpe.
Incluso el Dragón de Dan Heng gimió, desvaneciéndose poco a poco en un torbellino de vapor.
"¿Qué…?"
Dan Heng trató de moverse, pero no pudo.
Ni siquiera Blade, enloquecido como estaba, podía romper la atadura.
La responsable se reveló con una sonrisa perezosa.
De pie, apenas moviendo su dedo índice, como si tocara una nota en el aire.
"Muy bien, escuchenme: Ya basta." Dijo con esa voz suya, como tan dulce como un caramelo y tan nociva como el veneno de una serpiente.
Dan Heng la miró.
"¿Que crees que estas haciendo?"
Kafka soltó una suave risa mientras cubría su boca con una mano.
"¿Qué sería de un buen reencuentro sin un poco de protocolo? Que tan mal bienvenida sería para el General si los viera a los tres peleando."
Blade rugió como un animal furioso.
Yanqing forcejeó, lanzando miradas asesinas en todas direcciones.
Un aplauso lento.
Desde la niebla emergió una figura.
Relajada.
Imponente.
Con una sonrisa.
Vestido de blanco y dorado, cargando una espada enorme como si fuera una ramita.
Jing Yuan.
"Debo admitirlo…" Su voz resonó en todo el Desfiladero. "Han sido muy malos, todos ustedes, organizando una reunión sin invitarme."
Su mirada era cortante, como una espada que ya había decidido dónde iba a caer.
Blade dejó escapar una risa amarga.
"Así que viniste, Jing Yuan."
Jing Yuan asintió.
"No podía dejar que mis antiguos amigos se reencontraran sin supervisión. Me dolería el corazón no poder estar presente. ¿Como pueden haber tenido la idea de excluirme? Cuanta crueldad."
Kafka soltó una carcajada.
Dan Heng tragó saliva.
No había forma de que Jing Yuan no supiera quién era él ahora.
Y por la expresión cansada del General...
Sí.
Lo sabía.
Jing Yuan caminó lentamente hasta quedar entre todos.
Giró hacia Blade.
"Tu trabajo está hecho." Dijo con tono casual. "Lárgate de mi jurisdicción antes de que me vea obligado a recordar mis obligaciones."
Blade ladeó la cabeza.
Por un momento, pareció que iba a desafiarlo.
Pero entonces, sin decir una palabra más, Blade giró sobre sus talones y caminó hacia Kafka.
Blade pasó junto a Dan Heng, dándole una mirada cargada de significado.
"Nos volveremos a ver, Dan Heng."
Le susurró como si fuera una promesa.
Y luego desapareció junto a Kafka en un Astroesquife.
Yanqing finalmente logró liberarse del hechizo.
"¡General!" Gritó, su rostro rojo de frustración. "¡¿Cómo puede permitir que escapen?! ¡¡Son criminales!!"
Jing Yuan solo levantó una mano perezosamente.
"Hoy, la caza no es necesaria."
Yanqing apretó los puños, pero obedeció.
El General entonces se volvió hacia Dan Heng.
Lo observó durante un largo rato con sentimientos complicados.
"Has vuelto." Dijo.
Dan Heng asintió, incapaz de hablar.
Jing Yuan suspiró.
"Ven."
Se giró, caminando hacia la salida del Desfiladero.
"Si quieres ver a tus amigos… es mejor que me sigas."
Dan Heng dudó un momento.
Luego lo siguió, dejando atrás la bruma, la sangre, el dolor.
Jing Yuan habló mientras caminaban, su voz flotando en el viento.
"La belleza del Mar de Selenita sigue siendo la misma… pero nosotros no."
Miró hacia el horizonte.
"Los cuerpos de las razas de larga vida pueden resistir la decadencia. Pero jamás comprenderán la eternidad del cielo y la tierra… ni la verdadera soledad del agua."
Dan Heng no respondió.
Solo caminó tras él con pasos pesados.
.....
Los pasos de Dan Heng resonaban con un peso extraño mientras seguía a Jing Yuan por el sendero de piedra que ascendía desde el Desfiladero de Escamas.
El mar de nubes se extendía abajo como una sábana sin fin.
Finalmente, sin girarse, Dan Heng habló.
"Ya deberías conocer el ciclo de reencarnación de los Vidyadhara. Las aguas del Mar Ancestral lavan el alma de cada uno. No se detiene por los deseos de uno solo."
Dan Heng apretó los puños.
"No soy Dan Feng."
Su voz era baja pero firme.
"No importa qué rostro veas ante ti. No importa si la sangre, la carne y los fragmentos del alma alguna vez le pertenecieron a él. Yo soy Dan Heng."
Se detuvo.
Sus ojos, fríos y claros como el agua de los manantiales de Xianzhou, se fijaron en la espalda de Jing Yuan.
"Sea quien haya sido Dan Feng... héroe o traidor, sabio o criminal... ya no tiene nada que ver conmigo. Yo acepté el exilio. Yo soporté la soledad. No niego el castigo.
Pero tampoco dejaré que su sombra decida quién soy."
El viento sopló, agitando los mechones blancos de Jing Yuan.
El General permaneció en silencio por un instante que pareció interminable.
Finalmente, soltó un suspiro pesado.
"Ciertamente…" Murmuró, sin girarse todavía. "Tal vez sea tu semblante.
O los cuernos que coronan tu cabeza.
O… quizás… esa inconfundible aura de Gran Maestre que ni el tiempo ni el renacimiento lograron borrar por completo."
Jing Yuan se giró entonces.
Sus ojos dorados eran suaves, pero también severos.
"Ya lo entendí, Dan Heng."
Su tono era triste.
"Pero comprenderlo… no cambia lo que debe hacerse."
Dan Heng frunció el ceño.
"¿Qué quieres?"
"Un favor."
La voz de Jing Yuan se endureció.
"Uno que solo alguien como tú puede cumplir."
"¿Un favor?"
Jing Yuan asintió.
"Cumple esta tarea… y limpiarás, no solo tu nombre, sino también los pecados que manchan tu reflejo en la memoria de este Luofu."
Dan Heng entrecerró los ojos.
"No sé si soy capaz de hacer todo lo que Dan Feng era."
"Debes hacerlo."
La respuesta de Jing Yuan fue inmediata.
"No es por arrogancia ni por desprecio. Es porque... como tú dijiste... Dan Feng ha dejado de existir."
Se cruzó de brazos, su figura recortada contra el horizonte nebuloso.
"Pero yo… yo sigo siendo el General del Luofu. Mi deber no terminó con su caída. Hay cosas que preferiría no hacer... pero no tengo elección."
Hizo una pausa.
Sus ojos se suavizaron un poco.
"Aquí estamos… tan diferentes el uno del otro. Tú, renacido. Yo, atado al mismo deber de siempre."
Dan Heng no respondió.
Sabía que las palabras ya no cambiarían nada.
Así era Xianzhou.
Así era el peso de las promesas de quienes vivían incontables años.
Jing Yuan, notando su silencio, sonrió ligeramente.
"No pongas esa cara. No todo son malas noticias."
Se giró, señalando con un gesto vago hacia adelante.
"Ven. Hay quienes te están esperando."
...…
Dan Heng apretó el paso.
Más adelante, en una explanada de piedra desgastada, vio a Welt Yang, de pie con los brazos cruzados, observando algo fuera de su campo de visión.
7 de Marzo estaba allí también, con la boca abierta en una mezcla de sorpresa y asombró.
"¿En serio... ese es Aleph?" Comentó ella.
Stelle, seria como pocas veces había llegado a presenciar, tenía la mirada clavada en algo más adelante. Sus puños cerrados junto a su cintura.
Dan Heng siguió la dirección de sus miradas.
Y no pudo evitar parpadear con sorpresa.
Allí, bajo los cielos nublados, en medio de las ruinas, en un campo sembrado de cadáveres de la Legión Anti-materia…
Allí estaba Aleph.
No pudo evitar soltar un resoplido.
Parecía no ser el único que había pasado por una transformación.
Su figura exudaba fuerza pura, sus músculos habían crecido. Dos cuernos rojos se alzaban en su cabeza.
Sus manos estaban cubiertas por un tono rojo como la sangre, sus uñas negras y alargadas parecían garras.
Con cada movimiento que hacía un enemigo caía desgarrado, su rugido eufórico delataba cuando disfrutaba de la acción.
Dan Heng parpadeó una vez más.
Incluso Jing Yuan soltó un leve "Oh" de sorpresa.
Fue entonces que una voz sonó a su lado.
"Ah, veo que llegaron justo a tiempo."
Fu Xuan apareció y camino hacía ellos, aunque había un matiz de prisa en su andar.
Se inclinó ligeramente ante Jing Yuan, quien asintió de vuelta.
"¿Qué ocurrió aquí?" Preguntó Dan Heng, señalando hacia Aleph con un velo fruncido.
Fu Xuan soltó un suspiro.
"Panthylia. Una devastadora se infiltró en el corazón del Luofu usando a Tingyun de la Comisión del Transporte Celeste como marioneta. Manipuló a Sanctus Medicus para provocar el caos al darles el Stellaron para que nos mataramos entre nosotros... Todo fue una tapadera. Una distracción y un elemento para su diversión mientras avanzaba hacia su verdadero objetivo, el Árbol de Ambrosía."
Jing Yuan, alzando una ceja, comentó.
"Un plan tan caótico y llenó de agujeros... digno de un Devastador."
Fu Xuan asintió, su expresión severa.
"Y ahora, si no la detenemos…" Su rostro se ensombreció.
"No sólo el Luofu caerá. Podría extenderse por todo Xianzhou."
Dan Heng apretó la mandíbula.
Finalmente entendía la gravedad de todo.